38 | NIGHTMARE

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(PESADILLA)

HAE RYUNG






Tokio, Italia, Hong Kong, Brasil...

No importaba cuántos panfletos me mostrara la mujer del otro lado del escritorio, ninguno de los posibles destinos despertaba mi interés.

Quizás porque no me veía viviendo en otro lado que no fuera el barrio que me vio crecer.

Tomé los volantes y los guardé en mi mochila, procurando que los que pertenecían a otras agencias no quedaran a la vista y evidenciaran que había pasado horas recorriendo las calles de la ciudad en busca de un nuevo hogar.

Agradecí su tiempo y salí hacia el centro comercial, sobresaltándome cuando una mano grande se posó en mi hombro.

Yu Gyeom se disculpó por haberme asustado y le dije que no había sido su culpa.

Me distraía tanto últimamente que todo lo que no tenía en frente quedaba en el más absoluto olvido, incluyendo al motoquero de metro ochenta que me acompañaba cuando mi novio no podía.

Suspiré pesadamente.

Desde mi encuentro con Young Do, me aterraba enfrentar el mundo sola y es que el solo hecho de pensar en volver a verlo me paralizaba por completo.

—¿Todo bien? —cuestionó preocupado.

—Sí, es solo que...

Me mordí los labios y jugué con el borde de mi bufanda, me sentía realmente incómoda conmigo misma.

—Lamento todo esto.

Kim negó, restándole importancia con un gesto de su mano.

Estaba feliz de ayudar a su mejor amigo y hacer lo que debía haber hecho tras la muerte de Ha Yoon: quedarse junto a él y apoyarlo.

El reproche entre líneas que revelaba su tono no tardó en despertar mi curiosidad, ciertamente me intrigaba conocer esa parte del pasado de Jung Kook que lo incluía a él.

Al parecer, mis dudas quedaron en evidencia, pues no le costó nada llevarme a otro sitio y responderlas en compañía de un buen café.

—Lo siento.

Fue mi turno de disculparme cuando un par de lágrimas cayeron de mis ojos.

El rubio se apresuró a conseguirme pañuelos y su preocupación me pareció de lo más tierno. Jamás hubiera imaginado que Yu Gyeom fuera setenta y tantos kilos de pura bondad.

«Mucho menos con la historia de maltrato físico que carga encima».

Mi teléfono vibró, recordándome que había quedado con Yoo Jin.

Observé la pantalla considerando en posponer el encuentro, había caminado tanto que no daba para más y tampoco quería seguir abusando de la buena disposición de Kim.

Seguramente él estaba peor que yo sin pegar un ojo desde anoche, ya que había venido directo de su trabajo.

Estaba por responderle a mi mejor amiga cuando el celular empezó a sonar con su nombre en él.

—Pensé que dirías eso —dijo cuando le mencioné lo cansada que estaba—, así que le pedí a mi hermano que nos llevara. No puedo aceptar un no por respuesta o mi aniversario con Yoon Oh será un desastre.

Sonreí ante el propósito de nuestra salida.

Kong estaba a tan solo días de celebrar su primer año de noviazgo con Jung y quería encontrar el regalo perfecto para el amor de su vida.

«Palabras de ella, no mías».

—Está bien, iré contigo.

—¿Sigues en el centro comercial?

—Sí, acabo de desocuparme.

—Pasamos por ti en diez minutos. Espéranos en la salida norte del estacionamiento.

—A sus órdenes, capitán.

Yoo Jin rio del otro lado y colgó.

—¿A dónde iremos ahora? —preguntó Kim.

—Tú a descansar y yo a buscar el regalo perfecto —respondí, guardando mi celular.




[...]






—Llámame cuando termines.

—Lo haré, oppa —se despidió la única hija de los Kong—. ¡Cuídate!

El auto de su hermano se perdió en la distancia y agradecí que el viaje me permitiera descansar unos minutos.

—¿Estás segura de que es aquí? —pregunté, observando a mi alrededor.

Acabábamos de llegar a uno de los pulmones verdes más grandes de la ciudad y, por muy relajante y bonito que fuera el ambiente, dudaba que mi amiga encontrara lo que andaba buscando.

—Segurísima —respondió con una sonrisa desdentada en los labios—. El señor Chung prefiere trabajar rodeado por la naturaleza.

—Y por el frío —acoté, pasándome las manos por los brazos.

—También —rio—. Pero cuando lleguemos a su taller entenderás por qué.

Cuando vi la figura hermosamente tallada de Yoo Jin junto a su novio, mientras este tocaba el piano comprendí a lo que se refería.

El hombre de cabello blanco y entrado en años era de otro tiempo, de una época donde seguramente el hanbok que llevaba era lo que coloreaba las calles capitalinas.

—Es precioso —dije, embobada por cada detalle de la obra en madera—. Me hubieras dicho que ya tenías el regalo —le reproché—. Creí que moriría recorriendo locales de música.

—Perdón —se disculpó, sacando la lengua juguetona—. Pensé que si te lo decía no te animarías a venir.

Le devolvió la pieza al hombre quien la guardó en una delicada cajita, con el nombre de ambos grabada en ella para asegurarle que llegaría al lugar indicado.

—¿No vas a llevártelo?

—Fingiré que he olvidado nuestro aniversario para luego sorprenderlo mientras cenamos en casa de sus padres.

—Eres una romántica sin remedio —bromeé, dándole golpecitos retozones en el hombro.

—No te burles —se quejó con las mejillas coloradas—, tú eres igual o peor por culpa de Jung Kook.

Alcé las manos en señal de derrota y la seguí por el sendero hacia el puesto de comida que quedaba un poco más allá.

—¡Es una casa tradicional! —chillé, adelantándome—. Dime que podremos hacer dalgonas y te perdonaré que me hayas engañado con lo del regalo.

Volteé a verla y el pánico me paralizó.

Junto a mi amiga, inconsciente en el suelo por un golpe en la cabeza, se encontraba Choi observándome con una sonrisa en el rostro.

—Nos volvemos a ver —dijo, lanzando la botella rota al costado del camino.

En unos cuantos pasos se encontró frente a mí y traté de luchar contra el miedo, de moverme, de gritar, pero no pude hacer nada.

No con Young Do asfixiándome con su presencia.

—Pero esta vez no te me escapas —sentenció, cubriéndome la nariz y la boca con pedazo de tela húmeda.

Aunque forcejeé tratando de librarme, mis intentos fueron en vano.

Los párpados me pesaban y mi cuerpo perdía fuerzas.

—Dulces sueños, cariño.

Fue todo lo que escuché antes de desplomarme y rogué que fuese solo eso, un mal sueño.






───── 𝐍𝐎𝐎𝐍𝐀 ─────
전정국

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