06 | CLOSER

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(MÁS CERCA)

HAE RYUNG


—¡Noona! —Acababa de salir de la escuela cuando un grito a mis espaldas me detuvo.

«Dios, me olvidé de Jung Kook por completo». No quería dejarme en evidencia, así que fingí ignorancia. Di media vuelta y lo recibí con mi mejor sonrisa.

—¿Estás bien? —preguntó, llevándose la mano al pecho—. Supe que... Dios, dame un segundo.

Se inclinó a recuperar el aliento, apoyando ambas manos en sus rodillas y, cuando consiguió hacerlo, se enderezó para enfrentarme todavía un poco agitado.

—Me dijeron que Moon Hee y sus amigas te estaban buscando.

—Acabo de verlas —dije, ignorando el revoltijo en mi estómago.

«Y el hecho de que todo el mundo tiene sus ojos sobre mí... Ugh».

Su expresión reflejó tanto temor que me puso la piel de gallina.

—¿E-Estás bien? —Asentí perturbada—. ¿Te hicieron algo? —Negué—. ¿S-Segura? —Insistió, tomándome por los hombros para examinarme de arriba abajo.

—Estoy bien, de verdad. —Intenté tranquilizarlo, acariciando su brazo, se notaba realmente descompuesto y afectado.

Derrotado, bajó la cabeza y sentí una extraña necesidad de abrazarlo. Su agarre se intensificó y, por un momento, pensé que Jeon lo haría, pero en su lugar confesó con un hilo de voz—: Pensé que iba a perderte de nuevo.

—¿De nuevo? —Repetí confundida.

Levantó la cabeza de golpe, percatándose de su error y se apartó sin llegar a ser brusco.

—Yo... Yo... Lo siento, estoy tan alterado que ni sé lo que digo. —Confesó con una sonrisa nerviosa.

Entonces me dio igual todo.

Me puse de puntillas y envolví mis brazos alrededor de su cuello, queriendo borrar sus miedos. Jeon no lo pensó dos veces y me correspondió, rodeando mi cintura con delicadeza. Hundió su rostro en mi cuello y su respiración, acariciando dulcemente mi piel expuesta, se llevó los míos también.

No supe cuánto tiempo nos quedamos así, a vista y paciencia de quien pasara por ahí, pero me daba igual porque ambos lo necesitábamos. Alguien carraspeó a lo lejos y nos separamos, no por darle en el gusto a alguien más, sino porque ya teníamos suficiente del otro.

Al menos por el momento.

Jung Kook se llevó la mano a su nuca, pero por una ansiedad totalmente diferente, el rubor en sus mejillas me lo decía.

—¿N-Nos vamos a casa? —Asentí, obviando que el calor en mi rostro se debía a nuestra cercanía y a lo que había hecho.

El castaño me ofreció su mano libre y la acepté, sintiendo mariposas en el estómago cuando entrelazó nuestros dedos: acabábamos de dar un gran paso en nuestra relación y no me arrepentía de haberlo hecho.







[...]






—Dime, ¿cómo escapaste de esas brujas? —Preguntó Jeon cuando bajamos del autobús.

—Apliqué mis conocimientos de judoca. —Contesté, restándole importancia.

—¿Les pateaste el trasero como en las películas de acción? —dijo con ojos grandes y brillantes.

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