18 | HEAL ME

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(SÁNAME)

HAE RYUNG






—Bien, ahora que están sanos y salvos en casa...

Ji Min dejó las pertenencias de mi novio por ahí, mientras Tae Hyung acompañaba al castaño hasta el sofá.

—Podemos quedarnos tranquilos.

Jung Kook rodó los ojos por lo dramáticos que estaban siendo y olvidé por unos segundos lo deprimido que estaba por mi culpa.

Los chicos se marcharon susurrando que estaría bien, pero no lo creí así, la decepción asomando a ratos en las facciones de Jeon me decía todo lo contrario.

Cuando nos quedamos solos, un silencio espeso se agazapó en todos los rincones, convirtiéndome en la imagen viva de la rigidez.

Jung Kook dejó caer su cabeza en el respaldo del diván y el suspiro profundo que brotó de su boca me quitó la capacidad de respirar.

Tragué el nudo estancado en mi garganta y me acerqué a él, mordiéndome los labios para calmar un poco mis nervios pero, cuando sus ojos vacíos salieron a mi encuentro, mi corazón dejó de la latir.

Noona...

Su voz fue un sollozo quebrado del que no pude huir.

Mis pies se hundieron en el piso de la sala de estar en el momento en que sus orbes evidenciaron sus ganas de llorar, entonces me odié por arruinar su participación en el campeonato del fin de semana con mi estúpida borrachera.

—Lo siento.

—¿Qué?

—Lo siento —insistió, limpiándose la cara con la manga del uniforme—. Quería sorprenderte en la competencia y... Y lo arruiné —espetó, asfixiando la tela de su pantalón.

—¿De qué estás hablando? —pregunté, sentándome junto a él—. Es por mi culpa que no puedes jugar este fin de semana, yo... Yo...

Miré el vendaje alrededor de su tobillo y mi maldije por milésima vez mi comportamiento.

—No, no es cierto —señaló, acomodándose mejor en el sillón—. Me esquincé el tobillo en el entrenamiento al caer mal luego de un rebote —miró su lesión y agregó en un susurro pensativo—: Si no fuera por el Doctor Jung estaría mucho peor.

Parpadeé varias veces, procesando la información y, aunque abrí la boca repetidamente, nada salió de ella, permitiéndole al castaño retomar la palabra.

—De verdad quería jugar —confesó cabizbajo, distrayéndose con el borde de mi chaqueta—. Hacer jugadas y anotar puntos para que te sintieras orgullosa, pero ahora no puedo hacer nada.

Sus dientes comenzaron a maltratar su comisura inferior y la reprensión en su tono me revolvió las entrañas.

El fracaso lo desmoralizaba totalmente como persona, sin importar lo insignificante que fuera, entregándolo en bandeja de plata a la frustración.

—Soy un inútil.

Había tanto resentimiento en su declaración que mi pecho se apretó ante el dolor hiriente que se escondía en ella.

Me animé a cobijar su mejilla en la palma de mi mano con delicadeza y pronunciar su nombre con todo el cariño que le tenía.

—¿Mhm?

En cuanto tuve su atención, le regalé una sonrisa que no tardó en corresponder.

Mis labios se posaron brevemente en los suyos, tanteando terreno antes de volver a ellos y disfrutar del calor que sonrojaba poco a poco sus mejillas.

Sus manos viajaron a mis caderas, apegándome a él con la misma dulzura que su boca descubría la mía y la sensación de robarnos el aliento se volvió tan agradable como adictiva, empujándome a buscar más.

Mis dedos viajaron a su cabello y se quedaron ahí, disfrutando de una sedosidad que solo se comparaba a la de su boca, aunque nuestro encuentro se limitara a roces curiosos e inocentes que, de tanto en tanto, se atrevían a profundizar.

Una lluvia de pequeños besos cayó en sus comisuras de mi parte y la sonrisa embriagada adornando su rostro me dijo que todo lo malo había quedado atrás.

Me aparté sin dejarlo ir realmente, pues mis brazos se mantenían alrededor de su cuello y nuestras respiraciones permanecían tímidamente entrelazadas.

Mis dígitos revolotearon afectuosos y juguetones en su mentón antes de romper todo contacto y recuperar mi espacio personal, sentándome a su lado.

Sus ojos viajaron a los míos y el pequeño universo titilando en ellos bastó para aceptar en silencio ser parte de su vida. Entrelacé nuestras manos y sonreí deseando hacérselo saber.

—¿Te apetece pasar el fin de semana juntos? —pregunté, acariciando su piel con mi pulgar.

—Me encantaría, noona —respondió, arrastrándome de vuelta a sus brazos.

Hundió su rostro en mi cabello y ritmo acompasado de su corazón fue lo que llenó de convicción al mío.

De alguna manera, sentía que cada uno de sus latidos me decían que mi compañía le hacía bien y que me necesitaba para hacer frente a los rincones más oscuros de su persona.

Respirando su perfume, me aferré al material de su camisa, asegurándole que estaría ahí por el solo hecho de ser quien era y nada más.

Porque a mis ojos eso era lo que realmente valía.

—Te quiero, Jung Kook —confesé con una devoción digna de él—. No lo olvides nunca —enfaticé y su agarre se volvió sumamente acogedor.

Me acomodé contra su pecho y supe que estábamos en el lugar correcto.






───── 𝐍𝐎𝐎𝐍𝐀 ─────
전정국

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