32 | BY YOUR SIDE

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(A TU LADO)

HAE RYUNG






—Todo saldrá bien, ¿mhm? —me animó Ho Seok, dejando palmaditas cariñosas en mi espalda—. Nos aseguraremos de patearle el trasero a esa bruja malvada y traeremos de vuelta a tu Gguklieta —sentenció.

Sonreí agradecida por la forma tan peculiar que tenía mi amigo de levantarme los ánimos.

Limpié el par de lagrimones que había derramado mientras me desahogaba con él, notando lo sentimental que me volvía cada vez que hablaba de Jung Kook.

El chico que había llegado a mi vida una tarde de abril a pocos días de cumplir los ocho años, me recordó con cariño que habíamos salido de situaciones peores y no me quedó más que concederle la razón Jung, porque cuando se trataba de salvar al mundo no había nadie que le ganara en su intento por lograrlo.

Agradecí el tazón de chocolate caliente que dejó en mis manos y recorrí con la mirada el amplio espacio que conformaba la sala de estar.

Aunque llevaba años visitando la lujosa propiedad, no dejaba de maravillarme lo acogedor que resultaba el lugar, como si cada detalle existiera únicamente para reflejar la encantadora personalidad de sus dueños.

En silencio, contemplé cómo el fisioterapeuta presionaba sin descanso la pantalla de su teléfono antes de bloquearlo y dejarlo sobre la mesa de centro para así dedicarse a su Latte por completo.

Inevitablemente sonreí al recordar cómo el hijo de una de las familias más influyentes de Corea se peleaba hace unas semanas con Yoo Jin por unos cupones que le permitirían comer pollo gratis.

Ajhumonni sabe cómo hacer un buen café —dijo, relamiéndose los labios como un niño y la nostalgia me invadió.

No importaba cuánto tiempo pasara, Ho Seok seguiría siendo ese cálido rayo de sol que mantenía la esperanza en mi vida.







[...]








—Ya llegué —anuncié, dejando los zapatos en la entrada y colgando mis llaves tras la puerta.

—Justo a tiempo —asomó Nam Joon con una sonrisa en los labios que me desconcertó.

«¿Me perdí algo?».

—¿Y Ho Seok? —preguntó Yoon Gi, apareciendo a sus espaldas.

—Tuvo que ir por un amigo —señalé, guardando mi chaqueta en el armario.

Ambos intercambiaron miradas y la complicidad que había en ellas me dijo que algo habían hecho mientras no estaba.

Me crucé de brazos y fruncí el ceño, dispuesta a saber qué se traía el par entre manos, pero el timbre me interrumpió antes de que abriera la boca.

—Ya era hora, hombre —se quejó el productor, abriendo la puerta al menor de los Jung.

—Lo siento, sabes cómo es el tráfico a esta hora —se disculpó—. ¿No vas a pasar? —preguntó, revelando que no venía solo.

Una figura asomó a su izquierda, ocultando su identidad bajo el gorro de una chaqueta tan grande y tan mullida que de pronto pensé que así se vestía la gente en el Polo Sur.

Un tanto cohibido, el amigo de Ho Seok entró en nuestra casa y reveló su identidad, emergiendo del abrigo mientras se quitaba la mascarilla negra que cubría la mitad de su rostro.

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