22 | SILENCE

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(SILENCIO)

JUNG KOOK





Novio: [¿Estás bien? ¿Por qué no viniste a clases? ಥ_ಥ]

Recibido. 08:30

Me mordí los labios, impaciente y miré el mensaje en mi celular por millonésima vez.

El receso del almuerzo estaba por terminar y Hae Ryung seguía sin responderme.

Ignorando el miedo que me causaba su nula contestación, dejé el aparato encima de la mesa y me concentré en el trozo de kimchi con el que llevaba jugando durante los últimos cuarenta y cinco minutos.

La pantalla de mi teléfono se iluminó y me apresuré a desbloquearlo, encontrándome con dos palabras que me rompieron el corazón.

Noona: [Tengo fiebre]
Enviado. 12:46

Me llevé las manos a la cabeza y maldije haberla entretenido hasta tan tarde.

«Ahora por mi culpa mi persona favorita está enferma».

—¿Te respondió? —preguntó Tae Hyung con las mejillas repletas de pan. Asentí—. ¿Y qué te dijo?

—Se resfrió.

—Entonces... Deberías ir a verla —sugirió Ji Min en tono casual.

—¿Puedo?

—¡Claro! —contestaron entre risas.

—Eres su novio, después de todo —me hizo ver Kim—, no veo por qué no puedas hacerlo.

Bajé la vista a mi plato y devoré lo que había en él.

Necesitaba fuerzas para decirle al entrenador que me excusaría de la práctica de la tarde.

Con el plato vacío y el estómago lleno, tomé mi bandeja más que dispuesto a salir de la cafetería.

—No me esperen —les dije a mis amigos y partí escuchando a lo lejos un alegre «Nuestro maknae está enamorado».

Acomodé mi chaqueta y salí del edificio, disimulando mi sonrisa.

Ji Min no se equivocaba al decir esas palabras.





[...]





Mis labios estaban azules.

Y no por el frío, sino por mis nervios.

Llevaba cinco minutos frente a la casa de Hae Ryung, debatiéndome entre tocar el timbre o marcharme a la mía.

—Me voy —sentencié, dando media vuelta.

Pero pisadas resonaron a lo lejos y la puerta a mis espaldas de pronto se abrió, congelándome en mi sitio.

—¿Jung Kook? ¿Qué estás haciendo aquí?

Me devolví sobre mis pasos y, a pesar del frío que sentía, le sonreí a costa de mis mejillas congeladas.

—Vine a verte, noona —dije, enseñándole la cesta con dulces y pasteles que había comprado para ella.

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