~Giselle: la trágica historia~

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El momento ya era de regresar a casa.

No me sentía abandonada, más bien yo había abandonado una parte de mi.

Después de un largo paseo de regreso, veía la pantalla de mi teléfono mirando el número de Prosciutto ¿Era acaso correcto llamarle? ¿por qué no me llamo? ¿dónde estás? ¿regresarás a mi?...

Al llegar a mi hogar Mi Lady me arropo en sus brazos; cálidos y amorosos. Lloraba desconsolada.

-Mi niña, perdón debí decirte la verdad pero no quería que te sintieras mal o rechazada. Lamento haberme involucrado en tu relación. No quería hacerte daño pero creo que mientras más evitaba hacer que sufrieras te di una vida miserable... yo ¡espero que puedas perdonarme!

Ella estaba sufriendo mucho, más que yo, y no era justo. No es maldad haberme criado, arropado y aconsejado después de haber sido la hija bastarda de una mal agradecida alumna.

Mi Lady es todo lo que está bien en mi vida.

La abrace con amor, agradecimiento. Ella y yo habíamos sido abandonadas y sólo nos teníamos la una a la otra.

-Mi Lady...- supiraba perdida en el calor de su abrazo- renunciare a mi carrera de ballet en el Royal...

Esa noche no hubo más drama del necesitábamos, ella me entendió. Finalmente comprendimos que mientras más me llevaba a todos esos ensayos, mientras más me obligaba a practicar y hacerme refinada no era porque yo lo necesitará. Ella simplemente quería hacer de mi todo lo que Romina pudo ser y también trataba de no convertirme en lo que fue de ella.

Pero mientras más intentas sacar la piedra del río, las corrientes más la jalan.

Al día siguiente era el momento de presentar mi carta formal de runucia al Royal. Y mi tarjeta de despedida a casi todos los años que van de mi vida fue tirar todo mi vestuario y zapatillas.

Yo había llegado a Italia con una meta, pero ahora me doy cuenta que sólo era un sueño ajeno. Yo no tenía aspiraciones propias en la vida.

Ese mismo día al fin habían anunciado a quién interpretaria a "Giselle" en el puesta teatral. Charlotte fue la elegida.

En los vestidores colocaron un altar con la foto de Leyla. Estaba lleno de flores y pequeños regalos a nombres de personas que en vida no se acercaron a hablarle nunca.

Como última carta de despedida a mi buena amiga le deje mis primeras zapatillas de ballet. Con eso aceptaba al fin su muerte, y la muerte de mi carrera.

Fiorella trato de persuadirme para no irme pero mi decisión estaba tomada. Sin más me dio abrazo y prometió seguir visitandome a mi y a su buena amiga.

Mientras más me despedía más liberada me encontraba conmigo misma.

Casi al irme la voz de una conocida me detuvo. Era Charlotte.

-Hola, (___) me alegra saber que te encuentras mejor después de esa paliza.

No me miraba con desprecio, y al ver el moreton en su cara recordé lo que había pasado ese día. Ella me había defendido.

- Me alegra ver que te encuentras mejor.

Hubo un silencio, había mucho que decir pero sólo era aferrarse al pasado. Pero ella fue la que finalmente habló.

-Sabes, en verdad lamento lo de tu amiga. Sé que todos deben decirte eso pero, yo las observaba y de verdad se amaban una a la otra. Aunque no fui la mejor persona en su tiempo contigo ahora entiendo que te merecía más de mi...

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