~Despertar de un largo sueño~

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No lo podía creer, habían suficientes pruebas para salir de mi ceguera. Pero no quería ver mi realidad, esa fría y triste realidad.

Cuando era una niña me preguntaba ¿por qué tengo que ser la única niña que no puede llevar a su madre a los festivales? ¿qué es tener una madre? ¿qué se siente ser recogida por tu madre al terminar la escuela? ¿cómo se se siente un abrazo cálido?

Mi Lady me repetía una y otra vez que yo tenía una madre que me amaba y me quería. No la podía sentir o ver pero ella estaba conmigo.

Entonces desde que tuve la capacidad de leer, las cartas de mi madre comenzaban a llegar.

Palabras nada comparadas al tacto gentil pero que me llenaban. Me sentía querida, en algún rincón del otro lado del mundo yo tenía una madre que de estar conmigo me abrazaria, me ciudaria, me ayudaría a ser la mejor y más brillante bailarina del mundo. Una madre que me amaba.

Pero, todo fue un engaño. Palabras escritas por una figura inexistente. Palabras sin valor.

Fue un arranque, el mundo se reía de mi ¿tan gentil y fácil de engañar soy? Es como si un gran complot fuera expuesto.  Mi vida toda una fantasía, nada es verdad. Se burlaban todos en mi vida por lo fácil que soy de engañar.

No toleraba el dolor de que todo fuera falso. Yo no quería que mi madre no existiera, yo no quería que mi amiga muriera, yo no quería que lo mío y Prosciutto acabará.

El abrir de la puerta me alertó. Tenía que reclamar. Exigía... merecía la verdad.

-Mi niña- Mi Lady aprecio y rápido fue hasta a mi que estaba tumbada con lágrimas en los ojos sobre el piso- ¿qué sucede? Deberías estar en cama...

Tumbada en el piso con papeles sin valor a mi alrededor. Ojos llorosos pero mi mirada ardía en impotencia y enojo.

-¿Por qué tienes esto?- le pregunté fría.

Entonces ella miró con horror los sobres, y después me vio con preocupación. 

Esa expresión alertada y preocupada me daba la razón. Se quedó callada y la paciencia me faltaba.

-¿Por qué tienes esto?- repetí.

Nervusia contestó- No es nada. Son sólo sobres que tengo por si acaso... ven- intento levantarme- vamos a la cama...

-¡No!

Arroje su brazo haciendo que se tambaleara. En ella entró de pronto el miedo. No me reconocía a mi misma, pero a mi yo de antes le habían visto la cara. Ya no quería ser esa frágil y vulnerable mujer a la que le mintieron.

-Mi niña, ¿qué te ocurre?- pregunto sorprendida y asustada.

-¡No quieras calmarme!- Estaba harta, fue por eso que le grite, en mi agobio por no encontrar mi equilibrio comencé a llorar, llorar enojada, triste, cansada-¡Yo no soy una niña!

- No lo entiendes- ella trataba de calmarme- No quiero que sufras. Yo sólo trataba de protegerte... Perdóname

-¿Protegerme de qué?- le dije- de saber que todo este tiempo eras tú la que me mandaba esas cartas... de que mi madre nunca me ha escrito si quería una carta... de que no tengo una madre ¿acaso mi madre vive? ¡¿Acaso sabes quién es mi madre?!

Mientras más alto gritaba más dolor salía de mi. Pero era mucho, como si cada vez se llenara más el topé.

No sabía qué era peor, Si sabes que mi madre no vivía o que vivía pero yo no le interesaba.

-Por favor- le dije ahora no con enojo, sino con puro dolor y desesperación. Hablaba más como un sollozo- sólo dime que sucede... Por favor...

Ella comenzó a llorar también. Ambas sabíamos que la verdad era dolorosa. De decir y escuchar. Pero ya estaba cansada, Sólo quería respuestas.

ProsciuttoXReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora