~La perfección en Jonathan Joestar~

438 32 123
                                        

Si antes me sentía mal por la decisión que estaba próxima a tomar, verlo llegar tan entusiasmado con un ramo de rosas en la mano me había hecho sentir como una completa y desalmada desagradecida. Cualquiera podría pensar que era demasiado estúpida, perseguía el amor mucho antes de saberlo, había sufrido por ello y ahora estaba justo enfrente de mi un hombre dispuesto ¡No! Más bien, un hombre que ya me amaba ¿Por qué me complicaba tanto? No había motivos para sufrir y hacerme a mí misma menos, solo debía amarlo de la misma forma.

—Increíble, tu rostro está sanado.

Acarició mi rostro con delicadeza, la rienda de anoche también había generado consecuencia en él, sus manos estaban enrojecidas y rasposas. Ayer antes del remate agridulce con Julieta y Prosciutto, me había sentido una dama importante. Había sido protegida por los dos amores de mi vida. No soy una loca para pedir quedarme con los dos en un peculiar y paródico final, pero vaya que era una fantasía en lo más bochornoso de mi mente.

Y juro que yo no suelo tener ese tipo de pensamientos, pero, ¿Cómo sería una noche con ambos? ¡Imposible! Ninguno de los dos se agradaba, si mi madre "Lady Mariett" estuviera con vida no creería que alguien como yo de pronto tuviera esos pensamientos tan sucios.

—¿Qué pasa, ____? De pronto tú rostro se ha puesto rojo— interrumpió Mista.

Apenada caí en cuenta, había estado segundos en silencio encerrada en mi propia mente y Jonathan solo se limitaba a observar con extrañeza mi silencio. Sonreí nerviosa, ni de chiste podría explicar la loca imagen que tuve en mi mente estando en un cuarto a solas con Jonathan y Prosciutto.

— ¡Ay! — expresé — lo que pasa es que me has dejado sorprendida. Gracias.

Tomé las rosas y le di un beso aun con la cara caliente y de tez rosada, me despedí de Mista para tomar la mano de Jonathan quien nos dirigió a su auto. Se veía mucho más arreglado de lo normal. Capte sus primeras palabras, él había planeado un día solos por Nápoles.

—¿Cómo está Lady Dumont? — pregunté.

—Se encontraba bastante molesta y destrozada. No había palabras que pudieran expresar mis disculpas, pero hoy ha estado más tranquila. De hecho, se encontraba preocupada por ti pues no habías llegado a desayunar.

—Beatrice fue muy amable, me ha dado esta ropa y ha mandado a arreglar mi vestido. Expreso sus disculpas por el desastre de ayer, quizás mañana pase a pedir disculpas.

Conozco a Jonathan bastante bien, sin duda era la persona más amable del mundo y también la más dulce. Pero cuando algo le disgustaba, en verdad su cara podía reflejarlo.

Suspiró — Sé que Beatrice y Nero son educadas y amables personas. También lo comprobé con sus amigos. Pero no soy ingenuo, sé que son personas peligrosas y me preocupa que pases tanto tiempo con ellos.

Entendía a qué punto Jonathan quería llegar y no podía culparle, después de todo, en el pasado parecía que él y Prosciutto se habían llevado bien. Pero ayer en la noche ambos llegaron a los golpes. Sabía que él solo quería cuidarme.

— Aun así, me gustaría saludarles en estas tres semanas que estaremos de visita.

—No tengo problemas con ello — respondió — si te hace eso feliz.

Sonrió para después darme un beso en la mano.

Hicimos una parada en casa de Dumont, de mis maletas saque un vestido y retoque mi cara lo más rápido que podía. No saldría a pasear sin antes no sentirme mejor vestida. Mientras colocaba la tinta en mis labios me veía y preguntaba ¿Qué haces? Deberías terminarlo en este instante antes de que vuelvan a Inglaterra.

ProsciuttoXReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora