~¡Que empiece el segundo acto!~

206 25 119
                                    

Fueron intensos días posteriores; cada momento miraba la pantalla sin su nombre enviando algún mensaje, ninguna llamada entrante. Sabía que no estaba en posición de entristecerme, no es como si no lo hubiese ganado.

El sendero olía a humedad y el clima se ponía tenso, no me importaba lo que Beatrice o Illuso tuvieran que decir, en cuanto Risotto me confesó aquella conversación que tuvo con ella no hice otra cosa más que ir a buscar a Giovanna.

¿Para qué lo quería ver?... "No tenía porqué preguntar" me esbozo. Estaba paranoico, pero también sabía que debía tranquilizarme. El tan sólo pensar sin embargo; en que algo le hubiera pasado. Mariante incertidumbre, petulante y arrogante. Pensar en que mi amada tuviera que volver a pasar por el dolor, topar con otro espécimen desagradable como ese cara de lagarto.

Escuchar un grito de ella, algún chillido de advertencias me haría está vez quemar toda Nápoles ¡Italia de ser necesario! No pesa hacer el mal si el propósito fue noble. Llamarme despreciable si quisieran pero de mi está vez nadie se reía.

Llamadas de Beatrice entraban a mi teléfono mientras yo conducía sin pensar en razones ¿A qué iba? A hablar con Giovanna. Sí, me había hecho el favor de curarla, pero si su desaparición Giorno tenía algo que ver, me importaba poco las consecuencias.

Estaba actuando como un niño. Si Pesci me hubiera visto así en vida no pensaría que su Aniki querido fuera de actuar así. De nuevo, replico, era ese niño inmaduro de 17 años enamorado tratando de comprender por qué su amada no estaba a su lado.

El tránsito me pescó en una avenida, casi a medio camino de llegar hasta el rubio. El teléfono sonaba y sonaba, ya hasta estaba la melodía en mi cabeza. Un dolor era Beatrice cuando se lo proponía.

—¿Qué demonios quieres?— vocifere al teléfono.

—No te intento detener si de hablar con Giorno se trata. Pero sólo te pido que seas el Prosciutto de siempre y pienses con la cabeza.

—Por el amor de Dios— exclamé — no iré a golpearlo.

—¡Por el amor de Dios! Exacto — afirmó — no vayas a cometer una locura, te lo ruego.

Colgué el teléfono. Reí entre dientes, ¿Tanta preocupación tienen? Sólo hablaremos, no es como si fuera un celoso empedernido. Y además, cómo si Beatrice no se acercará a los demás a matar.

O tal vez si estaba un poco fuera de mis cabales, pitaba e insultaba a la gente por avanzar. Pronto era otro más de aquellos vulgares de los que en su momento me llegue a burlar en hora pico. Pronto el teléfono volvió a sonar, no era Beatrice quien de nuevo molestaba.

Risotto era quién me marcaba. No era por ser grosero o valorar menos a Beatrice que a su novio; era ese respeto que siempre a estado para mí hacía él. A él no le ignore y conteste si bien no calmado; más sensato.

—Antes de que digas algo necesito que me entiendas— fui quien tomo la palabra primero — me siento impotente, no se suponía que se iría con ese Jonathan este día.

Un suspiro se escuchó desde el otro lado del teléfono.

—Si te entiendo, pase lo mismo con Beatrice. Sé que estás decesperado por eso yo mismo me he comunicado con Giovanna.

—¿Qué? — exclamé.

—Giorno no me dijo gran cosa — afirmaba — sólo me confirmó que ella estaba bien y que unos dos días atrás había regresado a casa... A Francia — finalizó.

—¿Francia?

—Francia — afirmó.

Las cosas estaban claras, había regresado a casa. Lógico de creer, frote mi frente con la yema de mis dedos. Una jaqueca vino a mi de repente. Las cosas se me complicaban más. El camino se había despejado pues el pitar de los autos alertaban y aumentaban mi migraña.

ProsciuttoXReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora