~La misma historia; diferentes palabras~

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Tome el único vestido negro te tenia entre mis cosas, nunca fue mi color preferido por ello nuca lo usaba, sin embargo mi madre siempre me quiso ver con variedad de prendas. Ese vestido era muy simple y triste, juzgando esta vez la situación para ser usado quedaba como anillo al dedo.

Un vestido simple y triste digno para asistir al velorio de Santino sólo podía sacar el brillo dentro de mi. 

Dumont llamo a su limosina, se sentía raro pero no sentía empatía por él, para nada tenia una mínima pizca de misericordia seria cruel de decir pero, Nápoles estaba mejor teniendo  a Santino bajo tierra. 

Llegamos prácticamente cuando la ceremonia se acababa ya,   el ataúd estaba apunto de sumergirse en la tierra. No era una fantasía o un sueño,  en verdad Santino estaba muerto. 

Había gente llorando su partida, me preguntaba si no conocían el verdadero hombre que fue, quizás y sí y aun así le lloraban su muerte.  Dumont y Jonathan se acercaron para dar condolencias. Desde lejos me quede a observar como el ataúd iba siendo enterrado poco a poco.

La madera iba siendo olvidada por el suelo, una foto de Santino estaba adornando la mesa de postres, me abstuve de acercarme, me daba nauseas su mirada. Casi todos los presentes se iban ya, desde lejos vi a Fiorella; no me había disculpado con ella. Pero en un velorio no seria el momento adecuado.

Cuando me di cuenta, ya no estaba el ataúd. Solo un suelo aplanado, Santino había sido enterrado y con él un gran alivio de mi parte. Al fin no estaría él para nublar mi vida, fue un despreciable ser en vida pero no pudiendo evitar la sensibilidad que tenía mi corazón, después de todo le desee paz. 

La vida lo había convertido en ese horrible ser, o eso creía yo, aunque nunca me quiso inevitablemente era mi padre, sin él no existiría yo. No le debía nada más que la vida y eso hacia que tuviera un poco de respeto a su memoria, habrá amargado mi vida dejando una marca en mi, pero aún así él había sido quien me trajo a la vida. Era mi padre y odiarlo por siempre nunca me dejaría estar en paz. Era mejor perdonar a un muerto que temerle a un vivo.

Solo me quedaba esperar a Jonathan y Dumont quienes charlaban con mas conocidos, Jonathan me sonrió desde lejos y también lo hice. Decidí caminar hasta la mesa de postres para entretenerme hasta que estos dos se desocuparan. 

Ya todos en el lugar se habían ido, solo quedábamos nosotros y un par de personas que charlaban, y una mujer más, una dama sin compañía que lloraba en la mesa de postres enfrente de la imagen de Santino.

Me acerque despacio para no incomodarla con mi presencia, mi intención solo era tomar un flan de la mesa y alejarme. Pero la mujer aun así noto mi presencia. Lloraba desconsolada frente a la foto de Santino, debido a que la mujer me miraba sin decir nada solo pude ofrecer condolencias.

Había autentico dolor en los ojos de la mujer, no era una joven pero sin duda no se veía vieja. Era de hecho una mujer muy hermosa pero tenia una mirada muy fuerte. No me dijo nada, me observaba de pies a cabeza. 

Sonrío dolida mientras veía otra vez la foto en la mesa, no entendía qué pasaba. Por qué la mujer me veía así y lloraba. No quería darle vueltas al asunto, solo tome mi postre y estaba dispuesta a irme.

— Con permiso— dije dando una media vuelta dispuesta a irme.

— Tienes su sonrisa.

La mujer pronuncio a mis espaldas, fue una corazonada. No tenía porqué estar ahí aún, pero algo de esa mujer me llamaba la atención.

—¿La sonrisa de quién?— le pregunté.

La mujer observaba cada parte de mi cara sin expresión, me hizo ponerme incómoda pero sabía que había una verdad en todo esto.

ProsciuttoXReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora