~Mi gran amiga, Terra~

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Desperté, estaba con mis manos sujetas con unas esposas en una silla con una mordasa en mi boca. Era un recuerdo muy familiar, ya había estado en una situación así una vez atrás.

Lo peor que podía hacer era perder el control y comenzar a gritar, recordado aquella vez, está ocasión fui más precavida.

Di un vistazo rápido para analizar lo que estaba al rededor de mi. Estaba todo oscuro, apenas y un foco en un techo laminado alumbraba lo que parecía ser un taller.

Algo viejo pues goteaban desde el techo aguas grises.

A mi lado estaba Terra que aún se encontraba inconsciente, fue cuando recordé lo que había pasado. Un oficial había llegado para arrestarme.

Pero, aunque me sorprendí, no había puesto resistencia, y menos Terra. Además, ¿No deberíamos estar otra vez en la comisaría?

Algo no cuadraba, entonces de la única puerta a mi alrededor, entro aquel oficial.

Trate de no perderme en el miedo, respiraba muy fuerte y agitada, pero aún así no intente gritar. El hombre con nada de delicadeza me quito la mordasa de mi boca y saco su arma para apuntar a mi cabeza.

En esos segundos, en ese instante en que sentí la frialdad del arma tocar mi frente fue cuando pensé en Prosciutto, casi fue involuntario pero rogaba porque, como aquella vez que esos cinco hombres me acorralaron, Prosciutto llegará para salvarme.

Y ese era el problema principal, sabía que él nunca llegaría, él me había votado y no habría nunca más un salvador.

Cerré los ojos, unas pequeñas gotas salieron de mis ojos, suspire. Sabía que mi momento había llegado.

Pero no pasó nada, sólo hubo silencio. Fue cuando abrí mis ojos, el oficial me apuntaba y con su dedo puesto sobre sus labios, me hacía la seña de no gritar.

Sólo pude asentir con mi cabeza, entonces guardó su arma y arrastró una de las sillas que estaban en la esquina oscura.

Se sentó justo enfrente de mi.

— no quiero lloriqueos, no quiero que me implores por tu vida, sólo quiero que empieces a hablar— me dijo al sentarse y apuntar el arma en dirección a mi abdomen.

Me esperanzaba a que saldría con vida de esta, yo y Terra. Sólo tenía que ser sincera con mis palabras, y le demostraría que era una mujer inocente.

—¿Qué quiere que le diga?— le dije agitada pues me ponía nerviosa el arma que estaba en mi dirección— soy inocente, no sé de qué muerte me acusan pero, le juro que no he hecho nada.

—No le mientas a un oficial.

Pronto quito el seguro del arma, entonces fue cuando me comenzaba a impacientar más— yo... ¡Lo juro! No he hecho nada.

—Mataste a Lady Mariett— afirmó.

Cayeron a mi frías aquellas palabras. No tenían sentido. Lo único que yo quería era dejar la memoria de mi madre en paz.

—Yo la amaba— afirme con lágrimas en los ojos— jamás le habría hecho eso.

—¿Si? Me parece extraño que la cámara de seguridad no captará nada más que entrara a la habitación, esa dónde solo tu había entrado con mucha impaciencia, o eso me dijo el doctor.

—Fue porque ella estaba muriendo ¡Necesitaba verla!— contesté.

—¿Qué clase de muerte natural es aquella dónde tú cuello se abre de tal manera?— el oficial apuntaba el arma a mi cara— ¿Cómo hiciste para ocultar el arma homicida?

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