Capítulo 7

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—¿Cath? —le preguntó al señor Jeon cuando, algún tiempo después, entró en la cocina.

—Se ha marchado— contestó sentándose cansado—. Como siempre, dice que no entiende por qué debe permanecer aquí con nosotros, qué importancia tiene el hecho de que salga, de que se relacione con otras personas, por qué eso afecta a nuestro vínculo.

—Tarde o temprano lo aceptará —le aseguró consolador y cuando este asintió, suspiró.

Por desgracia, para el señor Jeon aquello no era ningún juego ya que entre este y su compañera se establecía una relación de dependencia que impedía que pudiese estar con otra persona hasta que aquella relación no se rompía. El cuerpo de su amo se acostumbraba a usar a esa persona para equilibrarse, ajustándose a esa persona, y necesitaba un tiempo de abstinencia para eliminar aquel ajuste y poder tener una nueva compañera, algo más difícil y peligroso de lo que parecía.

—La cena de esta noche son verduras cocidas sin ningún condimento. Y he pensado que podemos comerlo fuera sobre hojas y sin cubiertos. ¿Podemos? —le pidió cambiando de tema en un intento de que se distrajese.

—Una idea excelente —asintió el señor Jeon sonriendo.



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Varios días después entró en la habitación después de golpear con suavidad la puerta y al mirar vio que el señor Jeon estaba centrado en el manuscrito que estaba leyendo, razón por la cual no había contestado. Se acercó a la mesa en silencio dejando la bebida antes de volverse y mirarlo.

—¿Ocurre algo? —le preguntó este de repente sobresaltándolo.

—No lo lamento, ¿estáis leyendo? —improvisó y es que no podía decirle que se lo estaba mirando debido a lo hermoso que le parecía sentado bajo la suave luz del atardecer, haciendo que su pelo rojo brillase como el fuego haciendo la palidez de su piel aún más evidente.

—Estaba buscando algo de información sobre quién podría mi pareja y encontré esta historia —le explicó haciéndole una seña de manera que se acercó.

—¿Y de qué trata? —inquirió sentándose a una distancia prudencial.

—Es la antigua historia de un campesino que se enamora de una ondina.

—Vaya —murmuró. El señor Jeon siempre había sentido debilidad por aquel tipo de historias, tal vez porque entre sus padres ocurrió algo parecido, por más que hubiese sido al contrario—. ¿Esta es la ondina? —Señaló a una joven desnuda de cintura para arriba sentada en unas rocas en medio de un lago peinándose su larga cabellera mientras un joven la espiaba desde el bosque, tan solo una cosa llamaba la atención en aquel dibujo y es que la joven, en vez de piernas, tenía cola, como si se tratase de un pez—. ¿Por qué tiene cola?

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