Capítulo 34

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Se volvió hacia el jardín pensativo. ¿Recordar la relación del señor Jeon con aquellas mujeres? ¿Pero recordar qué? ¿Que las necesitaba? ¿Que a ellas les permitió estar con él, mientras que en su caso no lo hacía? ¿Pero por qué se negaba? ¿Acaso no iban a hacer lo mismo? Tal vez para su amo no fuese igual, pero, aun así, ¿por qué esa reticencia? Porque no era miedo. No era solo miedo. Intentó pensar en cómo era la relación del señor Jeon con aquellas mujeres, por qué a ellas les permitía tocarlo, pero a él no, hasta que se dejó caer hacia atrás frustrado.

¿Por qué el señor Haeng no fue más claro? Aquello era inútil. Su amo nunca le habló de sus parejas, nunca permitió que él viese nada, tan solo a veces, por accidente, los veía juntos. Imágenes que siempre intentaba olvidar y aunque durante mucho tiempo no entendió la razón de intentar borrarlos, ahora sí lo hacía. Celos. Había sentido celos de ver al señor Jeon con aquellas mujeres, hasta tal punto que, incluso sin saber lo que era aquel sentimiento, huía del lugar con rapidez obligándose a tranquilizarse y olvidarlo. Y ahora el señor Haeng le decía que lo recordase, pero ¿recordar qué? ¿Como el señor Jeon era amable con aquellas mujeres? ¿Como les sonreía? ¿Las abrazaba? ¿Las besaba? ¿Las...?

Se sentó.

Si lo pensaba, el señor Jeon no tenía necesidad de tratarlas así, solo necesitaba acostarse con ellas de forma regular, pero su amo no se limitaba a eso. Era cierto que con unas se llevó mejor que con otras, pero con todas tuvo una época de complicidad, y durante esa época era cuando estaba más equilibrado, parecía más feliz. Se cruzó de brazos. ¿Tendría aquello algo que ver? ¿No bastaba con sacar el veneno y recibir calor corporal? ¿Aquella relación también era importante? Y todo indicaba que sí. Intentó recordar lo que el señor Jeon le dijo, lo que vio, oyó, formando una imagen en su cabeza. Para su amo siempre fue importante formar un vínculo con su pareja, pasando tiempo con ellas, hablando hasta que lo sabía todo sobre ellas, lo que les gustaba, lo que no, las anécdotas de su infancia, de su familia, sus sueños e inquietudes. Y cuando ellas también parecían sentir aprecio por el señor Jeon, cuando el vínculo era fuerte, su estado era mejor.

—Sentimientos —murmuró al recordarlo.

Una vez, cuando apenas tenía un par de siglos, habló con el señor Jeon sobre como lo ayudaban sus compañeras. Este le explicó que, cuando los sentimientos de la mujer con la que estaba y los suyos se acercaban, era más fácil para su parte humana sentirse acompañada y tranquilizarse, y que por eso trataba de desarrollar unos sentimientos tan profundos como podía por ellas a pesar de saber que acabarían muriendo y cuando él le preguntó si no era doloroso, este había asentido sonriendo.

—Pero es más doloroso convivir con una persona que no significa nada para ti —le explicó.

Sin embargo, él no fue capaz de comprender por qué tenía que estar con una humana a pesar de saber que iba a morir, desarrollar sentimientos por unos seres que lo abandonarían tan rápido.

—Mi parte humana necesita a los humanos, sentirlos, pero no solo de manera física, sino también aquí dentro —le había explicado señalándose el corazón—. Necesito saber que no estoy solo en el mundo, que hay alguien que piensa en mí, que hay alguien en quién yo pienso.

—¿Y yo? —le preguntó antes de poder evitarlo.

—Tú también eres muy importante para mí. Tenemos nuestro propio vínculo, por eso puedo darte energía —le recordó tendiendo la mano, así que regresó a su forma original saltando a ella—. Tú me aceptas a mí y yo te acepto a ti, aquí dentro —añadió señalándose el corazón de nuevo.

—¿Y hay sitio ahí dentro para dos? —le preguntó receloso.

—Te contaré un secreto, cuantos más seres entran en el corazón humano, más grande se vuelve.

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