Capítulo 43

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—¿Le has prohibido hablar sobre esto? —le preguntó el señor Jeon al verlo, pero de nuevo el señor Gahn se limitó a alejarse sin contestar. Al parecer no le importaba lo que le pasase a Dalgam.

—Encargado —le pidió el señor Kwon acercándose a Dalgam preocupado.

Ellos eran creados para servir y obedecer las órdenes de sus amos, pero los encargados hacían que ellos tuviesen también que obedecer sus órdenes imperativas y contestar las preguntas directas con la verdad como un sistema de seguridad en caso de que algún dios perdiese el control de su familiar o lo usase para atacar a los demás. Y aquello significaba que ahora mismo, Dalgam estaba siendo obligado a obedecer dos órdenes que se contradecían, por lo que si alguien no retiraba la petición, Dalgam se rompería.

—No hace falta que contestes— le dijo el encargado y Dalgam comenzó a respirar con dificultad mientras caía al suelo y el señor Kwon se agachó preocupado.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó, pero este no contestó.

—¿Estás bien? —insistió él y Dalgam lo miró mientras asentía débil. Al parecer no podía responder las preguntas de los encargados ni a las de otros dioses, pero, por alguna razón a las suyas y a las de Deulso sí, aunque no pudiese hablar.

—Señor Gahn, libere a su familiar de la orden que le ha dado para que pueda contestar a las preguntas —exigió uno de los encargados acercándose a este—. Señor Gahn —repitió más firme, pero este siguió ignorándolos—. Si es lo que prefiere —asintió haciendo una seña y otro de los encargados se acercó a Dalgam por detrás poniendo la mano en la espalda y este cayó al suelo gimiendo de dolor mientras el señor Gahn se ponía pálido.

—No podéis liberarlo, es mi familiar —protestó el señor Gahn, pero, aquella vez, el ignorado fue él.

—Y ahora responde a las preguntas, ¿cuántas veces bajó Gahn al mundo humano? ¿Para qué? ¿Para qué llevaba cabellos de Haeng?

—Él... —comenzó Dalgam temblando mientras se levantaba y aunque en un principio pensó que era por todo lo ocurrido, al ver sus ojos se dio cuenta de que temblaba de ira—. Él, desde que entré a su servicio, baja al mundo humano para ver a sus fieles aunque está prohibido, porque eso hace que lo adoren más y le den más energía, pero me ordenó no decirlo.

—Tú maldito traidor, cállate o haré que te destruyas a ti mismo—exigió el señor Gahn y Dalgam se encogió por un momento hasta que, al ver que su orden no le afectaba, se puso derecho sacando pecho.

—Al principio eran pocas veces, apenas aparecer unos segundos ante la llamada de su sacerdote para aumentar su poder, pero empezó a apostar, a hacerlo cada vez con más frecuencia, más cantidad de energía, tanta que llegó un momento en el que, por más que sus adoradores le mandaban energía, era insuficiente para pagar las deudas y cuando empezaron las confrontaciones, no hizo otra cosa que perder energía y cuanta más perdía, más arriesgadas y grandes eran las apuestas para intentar recuperarse hasta que me dijo que dejaba de alimentarme porque no podía desperdiciar la energía en mí —añadió mirando al señor Gahn con odio.

—No darle energía y dejar morir a tu familiar... eso es imperdonable le advirtió el señor Kwon serio.

—¿Imperdonable? ¿Por qué iba a desperdiciar mi energía en mantener a un familiar que perdió contra Sae? No merece la pena mantener vivo a un familiar así —añadió el señor Gahn despectivo.

—Yo hablé con mis amigos de esto y, cuando lo supo, el señor Gahn me prohibió hablar de cualquier cosa relacionada con la energía o el mundo humano con cualquier amigo, dueño o encargado —les explicó haciendo que él comprendiese por qué Dalgam podía contestarles y es que ellos no entraban dentro de ninguna de esas tres categorías, ni estaban "hablando" por lo que el hechizo le permitió mover la cabeza y el cuerpo, como si de un juego de mímica se tratase—. Y por eso no pude decir que, una de las veces que bajó, su sacerdote le habló de un grupo de humanos que estaban interesados en los dioses, en la ciudad celestial, que sabían de su existencia.

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