Capítulo 17

302 72 135
                                    

Poco después se dirigían al patio donde iban a tener lugar las confrontaciones de canto mientras él no perdía de vista al señor Jeon. Los espíritus elementales, por más que viviesen en la ciudad celestial, no tenían familiares ni se relacionaban con los demás ya que los consideraban seres inferiores nacidos de los caprichos humanos y, por lo tanto, sujetos a las leyes de estos, no como ellos. Y tampoco participaban en las confrontaciones ya que no parecían entender qué tenía de divertido ver a dos familiares enfrentándose, sobre todo en las pruebas físicas, algo normal. Para unos seres capaces de arrasar una ciudad con una riada, de tirar árboles milenarios con su viento, de abrir la tierra, de fundir el metal, lo que podía hacer un grupo de familiares debía resultar... aburrido. Tan solo, durante las confrontaciones de canto mostraban algo de interés acudiendo, por más que no se mezclasen con nadie, ni siquiera entre ellos mismos. Y su amo no era una excepción.

Él sabía que el padre del señor Jeon debía ser uno de los espíritus elementales del fuego, pero aún no sabía cuál, ya que no había visto ninguna reacción en ninguno de ellos en todo ese tiempo; ni el señor Jeon se molestaba en mirarlos, aunque él no sería capaz de decir si eso era por su parte elemental, también incapaz de sentir nada por nadie, o por su parte humana, que debía sentirse dolida por tener un padre que se comportaba así con él. Seguramente las dos cosas.

Por desgracia, él no podía hacer nada excepto acompañarlo y prestar atención, procurando que no se acercase a la gente que hablaban de más. Y aquel año, de nuevo, sorteó aquellos grupos lo mejor posible hasta que llegaron al lugar donde estaba el señor Kwon.

—Hola —los saludó este alegre mientras movía unas cosas redondas y esponjosas que tenía en las manos.

—Señor Kwon —le pidió Gae tenso mientras todos los dioses miraban aquellas cosas.

—Con permiso —dijo el señor Jeon sentándose y él se situó detrás—. Por cierto, ¿qué es eso?

—Se llaman pompones —contestó el señor Kwon—. Lo usan los humanos para animar cuando canta alguien que les gusta.

—¿Estás seguro? —le preguntó su amo dubitativo y él tuvo que darle la razón. Nunca había escuchado nada así.

—Desde luego —aseveró el señor Kwon—, me lo dijo una anciana con la que hablé.

—No me digas que has vuelto a bajar al mundo humano —le pidió el señor Jeon serio.

—Bueno... es que tenía un poco de tiempo libre... —comenzó.

—¿Y fuiste al mundo de los humanos?

—Sí, pero a un sitio muy apartado. No suele haber nadie, pero me encontré con una anciana y empezamos a hablar... —le explicó.

—No te habrás traído nada, ¿verdad?

—No —negó rápido, demasiado rápido.

—Gae —le pidió el señor Jeon y este miró nervioso al señor Kwon antes de bajar la cabeza.

—Encontró un conejo. Quería traérselo, pero Suei se lo impidió.

—¿Un conejo? —Se escandalizó su a.mo

—Sí, pero estaba vivo —le aseguró el señor Kwon.

—Eso no soluciona el problema ¿o acaso no recuerdas lo que pasó la última vez que trajiste uno?

—Claro que lo recuerdo. No haces más que recordármelo cada vez que nos vemos— replicó el señor Kwon sentándose disgustado.

—Porque cada vez que nos vemos, descubro que has ido al mundo de los humanos e intentado traerte algo.

FamiliarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora