Capítulo 11

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Miró el plato.

—¿Ocurre algo? —le preguntó el señor Jeon y él negó—. ¿No ibas a acompañarme? —insistió al ver que no hacía ademán de comer.

—Desde luego que sí —contestó.

—¿Entonces? —Y él lo miró antes de volverse hacia el plato ya que ¿qué iba a decirle? ¿Que estuvo más de dos horas practicando con la espada por miedo a Deulso, hasta que, por fin, este fue llamado por su amo, y como resultado le dolían tanto los brazos que era incapaz de levantarlos? No, no podía—. Por cierto, ¿has visto a Haeng?

—No desde esta mañana.

—Si se acerca dímelo, sobre todo si intenta abrazarte de nuevo —le advirtió y él asintió mientras forzaba a sus pesados brazos a moverse—. Sae.

—¿Sí?

—¿Tú qué piensas de que el señor Haeng te abrace?

—Lo considero una molesta costumbre que preferiría que dejase —contestó deteniéndose.

—¿Te disgusta?

—Desde luego.

—Bien —asintió en apariencia complacido—. Lo cierto es que es agradable estar aquí. —cambió de tema mientras se volvía hacia el jardín que se veía desde la habitación y él se mostró de acuerdo.

Debido a las peticiones de las compañeras humanas del señor Jeon, la casa en la que vivían fue cambiando hasta que, en esos momentos, tenía poco que ver con los gustos de su amo, incluso aquel lugar distaba bastante de lo que en realidad prefería este ya que, como espíritu elemental, prefería lugares abiertos y vacíos, rodeado de naturaleza. Pero, al menos, aunque aquello seguía siendo una habitación, tenía altos techos y una de las paredes era una gran puerta corredera que en esos momentos estaba abierta dando a un bosque del que no se veía el final, tan solo con una pequeña mesa y los cojines donde ellos estaban sentados como único mobiliario. Sin nada más que hacer que ver a los pequeños espíritus del aire jugar entre los árboles.

Si Cath estuviese allí se quejaría de lo aburrido que era, exigiendo volver al no tener cobertura y no poder comunicarse con sus amigas, pensó sonriendo.

—¿Ocurre algo? —le preguntó el señor Jeon y él negó e iba a comer cuando se detuvo al recordarlo. Le dolían demasiado los brazos para moverlos.



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Se dirigió a las cocinas con los platos de la cena cogiendo agua para comenzar a lavar. Durante las confrontaciones, los familiares no solo tenían que enfrentarse entre ellos, entrenar, sino que cada familiar era responsable de su amo, teniendo que ocuparse de todas sus necesidades, lo cual se traducía en un trabajo ingente que los obligaba a no descansar desde la mañana a la noche. Aun así, él lo prefería a estar en casa con Cath.

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