Capítulo 9

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Se obligó a cerrar los ojos respirando hondo. Cada vez que eran convocados para los enfrentamientos, lo primero que el señor Jeon hacía era hablar con los encargados para que hiciesen la ceremonia que le ayudaría a recordar y aquella vez no era una excepción. En cualquier momento lo llamarían para comenzar y él podría saber de una vez cuál era su forma. Eso si aquella vez salía bien. Apartó aquellos pensamientos con fuerza de su cabeza. El requisito principal para que la ceremonia saliese bien era el equilibrio interior y pensar así no lo ayudaría. Debía tener confianza en que aquella vez lo lograría, en que todo el trabajo hecho desde la última vez que tuvo lugar la ceremonia le serviría, descubriendo qué era y pudiendo adoptar su forma adulta. Incluso si no lo conseguía... Apartó aquello de nuevo de su cabeza. Llevaba años haciendo lo que le dijeron los encargados, trabajando, haciéndose más fuerte, así que, esa vez, lo lograría.

Dentro de él, en algún lugar, estaba su forma original, lo que fue antes de morir y si bien lo había olvidado, su esencia lo sabía. Solo debía apartar todo lo que conocía, lo que pensaba, lo que creía, dejar que su esencia tomase el control, y esta lo transformaría en lo que era, pudiendo convertirse en un familiar digno.

El problema era que, cuando la muerte ocurría de una manera traumática, aquel recuerdo era eliminado por el espíritu para mantener la cordura, cuánto menos información recordase, mayor era el trauma y dado que en su caso no era capaz de recordar ni siquiera su forma...

En ese tipo de situaciones, se usaba aquella ceremonia para forzar al espíritu a recordar lo que era, en una situación controlada. Un proceso muy delicado ya que, a diferencia de una vivencia, las consecuencias del hecho traumático afectaban tanto antes como después del suceso, como una gota de agua que caía en un estanque, por lo que incluso mucho antes de la muerte, el espíritu ya empezaba a mostrarse intranquilo sintiendo el miedo, el dolor, la frustración, del momento de su muerte y cuanto más se acercaba ese recuerdo, más rechazo mostraba al hacerse más vividas y fuertes las sensaciones, negándose a recordar. Y aquello era lo que ocurría en su caso. No era capaz ni de formar una imagen en su mente, bastaba con sentir que los recuerdos comenzaban, para que el pánico se apoderase de él, rechazando la ceremonia y rompiendo el conjuro por más fuerte que fuese. Y aunque cada vez se prometía que aquella vez lo lograría, por más que se mentalizaba, que se lo prometía, bastaba con estar en aquella habitación para sentir como se le secaba la boca comenzando a sudar mientras temblores incontrolables lo recorrían a pesar de sus esfuerzos.

Respiró hondo apretando las manos para que dejasen de temblar obligándose a tranquilizarse y mentalizarse de que, aquella vez, debía mantener la calma, pero por más que lo intentaba, el miedo lo dominaba una y otra vez haciendo que lo que en teoría debería ser un estanque en una fría mañana de invierno, pareciese más bien un cubo dejado en el suelo después de llevarlo corriendo. ¿Cuándo iba a conseguir controlarse? Volvió a respirar hondo por enésima vez. ¿Y si era un conejo y por eso no podía dominar sus nervios? ¿Un conejo que se perdió y fue torturado por niños humanos? Rechazó aquella idea suspirando. Desde luego que no era un conejo, si lo fuera, habría salido en las pruebas y los encargados nunca habrían permitido su creación, eso sin contar con que el señor Jeon no lo habría llevado de haberlo sospechado, no cuando aún ahora no hacía más que quejarse de cuando el familiar del señor Kwon se escapó a pesar de todo el tiempo transcurrido. Por lo tanto, estaba seguro que no era un conejo, pero aparte de eso...

—Céntrate —se regañó a sí mismo volviendo a poner bien las piernas. Se enderezó cerrando los ojos mientras intentaba obligarse a tranquilizarse cuando la puerta se abrió.

—Vamos —lo llamó el señor Jeon haciendo que él parpadease al entrar la luz debido a que la habitación estaba en penumbra.

Se levantó comenzando a avanzar por los pasillos con paso firme mientras respiraba hondo hasta que llegaron a la puerta de madera oscura de la sala.

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