Capítulo 31

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Abrió los ojos sintiendo la cabeza pesada mientras miraba el techo. Había hecho la ceremonia, recuperando los recuerdos de su muerte, aquellas mujeres..., pensó apretando las manos con fuerza cuando escuchó un quejido de dolor y solo entonces se dio cuenta de que el señor Jeon estaba durmiendo a su lado sobre las mantas mientras sostenía con firmeza su mano. Al parecer estaba cogido a él mientras dormía. Lo soltó con cuidado y se sentó. Al final, él no era un ave ni un cánido, sino un humano, un humano abandonado nada más nacer en medio del bosque al que sacaron un ojo para justificar su abandono y que fue devorado por las hormigas después de horas a la intemperie. Ahora entendía su forma, el tener solo un ojo y una boca. Sin una conciencia de sí mismo y con un cuerpo devorado, su espíritu fue incapaz de formar su propia imagen, convirtiéndose en algo oscuro y deforme, tan solo recordando que tenía un ojo por el dolor de haberlo perdido y la boca por el hambre. Nada más.

Aquella mujer, aquellas mujeres, ¿por qué lo lisiaron?, ¿por qué lo abandonaron en el bosque? ¿Qué hizo él que mereciese aquel destino? ¿Acaso no podrían habérselo dado a alguien? ¿Era necesario matarlo? ¿Además de esa manera? ¿Después de sacarle un ojo? ¿Fue necesario? Las odiaba, las odiaba con todas sus fuerzas. Ahora entendía por qué siempre le disgustaron las mujeres y es que, aunque él pensaba que era por celos, en realidad era por lo ocurrido, un odio que se había vuelto mucho más fuerte al recordarlo. De hecho, si viese a una mujer en ese momento, a un humano, no estaba muy seguro de lo que podía pasar. Y es que los odiaba, los odiaba con todas sus fuerzas. Suspiró obligándose a relajarse. Por suerte, allí no había humanos aparte de él. No tendría que volver a encontrarse con aquellas criaturas, no ahora que él se ocuparía del señor Jeon.

Lo miró apartándole el pelo de la cara cuando se detuvo al ver una señal en ella. ¿Golpeado? ¿Alguien se atrevió a golpearlo?

—¿Qué? —murmuró el señor Jeon abriendo los ojos cuando al verlo, se incorporó—. Menos mal —dijo aliviado abrazándolo, pero él lo cogió de los hombros obligándolo a apartarse para mirar su cara llena de marcas.

—¿Quién ha sido? —exigió y es que era obvio que alguien lo golpeó. Con fuerza, además.

—¿Ser qué? ¿Esto? —le preguntó al darse cuenta de a qué se refería señalándose la cara—. No es nada —negó quitándole importancia mientras sonreía nervioso—. Ya sabes que mi parte elemental curará mis heridas con rapidez.

—¿Quién? —repitió ya que, el que las heridas parecieran tan dolorosas a pesar de que su parte elemental deberían haberlas curado, no lo ayudaba.

—Te he dicho que no te preocupes, no es na... —repitió cuando vio en el filo de su manga algo, por lo que le sujetó la muñeca subiéndole la manga para descubrir, que, tal y como él se temía, tenía más marcas allí—. Sae, suéltame —le advirtió, pero él lo ignoró abriéndole la parte de arriba, descubriendo que tenía el torso lleno de señales de golpes y arañazos que destacaban contra el blanco de su piel mientras el señor Jeon lo miraba demasiado sorprendido para reaccionar, hasta que lo hizo—. ¿Estás loco? ¿Qué te crees que haces? —exigió, pero él de nuevo lo ignoró quitándole la parte de arriba y obligándole a darse la vuelta para descubrir la espalda cubierta de golpes, los hombros—. Ni se te ocurra— siseó con frialdad haciéndolo volver en sí cuando iba a quitarle la parte de abajo.

—En tal caso decidme quién fue.

—No —se negó.

—Decidme quién —exigió y es que no se le ocurría nadie que hubiese podido golpearlo hasta ese punto. Nadie tenía motivos, mucho menos este lo permitiría.

—No.

—Tenéis que decírmelo, mi deber es protegeros, No puedo permitir que alguien que os ha tratado así quedé sin castigo.

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