Capítulo 21

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—Sae, ¿puedes venir? —lo llamó Cath.

—Desde luego —asintió saliendo de la cocina y dirigiéndose a la entrada—. ¿Qué ocurre?

—Esto —contestó Cath dándole varias de las pesadas bolsas que traía.

—¿Qué es? —le preguntó mirándolas curioso.

—Comida —explicó Cath—. A partir de ahora, yo cocinaré para Jeon. Es lo mínimo que puedo hacer por mi esposo —añadió sonriente.



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—Delicioso —estaba diciendo aquella noche el señor Jeon mientras comía la comida que Cath preparó.

—¿De verdad? —le preguntó Cath preocupada.

— Sí, está deliciosa. ¿Verdad, Sae? —Se volvió hacia él.

—Deliciosa —la alabó mientras comía sin detenerse.

—Menos mal —murmuró Cath aliviada—. Tan solo dime cómo te gusta. Quiero hacerla como tú la prefieras.

—Gracias —contestó el señor Jeon sorprendido antes de sonreír.

—Con permiso —se disculpó levantándose.

—Sa... —comenzó su amo.

—¿Y qué te parece la sopa? —preguntó Cath a la vez.

—Ahora mismo la pruebo —asintió el señor Jeon mientras que él cerraba la puerta y se marchaba.

Aquella tarde, Cath regresó con varias bolsas comenzando a preparar la cena dejándolo a él sin saber muy bien qué hacer y es que, hasta ese momento, él era el encargado de las comidas. Ninguna de las anteriores compañeras lo hizo y aunque en varias ocasiones se quejó para sí mismo de aquello, ahora se daba cuenta de que, cuando ocurría, se sentía desplazado. Después de todo si la compañera del señor Jeon se ocupaba de este, ¿qué sentido tenía su presencia allí? ¿Su propia existencia? Y la respuesta era que ninguna. Claro que tampoco podía culparlo por preferir la comida de Cath, en primer lugar, era consciente de que cuando le dijo que prefería su comida era mentira, solo tenía que recordar su expresión cuando vio la comida preparada por ella, cuando la probó. Aquella comida tenía mucho mejor sabor que la suya, después de todo Cath era humana, como el señor Jeon, por lo que no era extraño que esta entendiese mejor sus gustos que un ave. O un perro. O lo que quiera que él fuese.

Además, a su amo su forma le resultaba repulsiva y aunque él tomaba apariencia humana para cocinar, esta no dejaba de ser una ilusión proyectada por su alma, y el señor Jeon no debía querer comer una comida preparada por un ser como él. Se dirigió al patio situado en la parte de atrás de la cocina, sentándose en el porche mientras miraba la luna sintiendo una agradable brisa. No cabía duda de que su amo estaba de buen humor.

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