Capítulo 33

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Se detuvo delante de la puerta de la habitación, respirando hondo.

—¿Señor Jeon? —lo llamó, entrando.

—Por fin regresas —lo recibió este acercándose preocupado—. ¿Dónde has estado? ¿Por qué has tardado tanto en regresar? —le preguntó cogiéndole la cara para mirarlo.

—Lo siento, necesitaba tranquilizarme después de saber que fui yo quién os golpeó.

—Ya te he dicho que no fuiste tú.

—Sí que lo fui —replicó con firmeza—. Pero me comprometí a no tomar represalias y lo cumpliré. Además, el hecho de que sea yo, facilita las cosas, ya que así estoy seguro de que nunca más os volveré a golpear.

—Me alegra ver que lo entiendes. ¿Y esa ropa?

—El señor Haeng me la ha prestado.

—Haeng...

—Es de Deulso. Al parecer estuvo buscándome para dármela. ¿Podríais agradecérselo? —le pidió mirándolo.

—Desde luego que sí, no hace falta que me mires así. Te ha ayudado, lo mínimo que puedo hacer es darle las gracias.

—Gracias. Hay varias cosas de las que me gustaría hablar con vos, pero, primero, permitidme ayudaros —le pidió.

—¿Ayudarme?

—El veneno —asintió—. No os ha bajado la fiebre y mi cuerpo ya es estable, así que os ayudaré antes de hablar.

—No hace falta —rechazó el señor Jeon.

—Fue un trato —le recordó mirándolo serio—. Y yo he cumplido con mi parte, así que ahora os toca a vos. ¿Os vais a negar?

—Sae...

—¿Qué? Dijisteis que no me lo permitías porque mi cuerpo no era estable, por eso pasé por la ceremonia, Ahora no podéis retractaros —le advirtió.

—Sae, ¿hay alguna manera de que entiendas que no podemos hacerlo?

—No, no la hay. Vos dijisteis que rechazabais mi ayuda era porque mi cuerpo era inestable, y ya no lo es. ¿O acaso hay alguna otra razón para que no me permitías ayudaros? —le preguntó receloso.

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