Capítulo 8

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Un desagradable pitido hizo que se detuviese hasta que al acabar suspiró. La tercera llamada.

—Amo —lo llamó dirigiéndose a la sala donde estaba cuando al escuchar voces se detuvo. Al parecer de nuevo estaban peleando.

—Porque ya te dije que no era posible.

—¿Pero por qué no? Con ese curso podría conseguir un trabajo mejor.

—Tú no puedes trabajar, el trato era que te dejaría acabar la universidad y luego tú te quedarías aquí.

—¿Pero entonces para qué he estudiado hasta ahora?

—Eso lo ignoro —respondió el señor Jeon.

—No puedes encerrarme aquí.

—Ya hemos hablado sobre eso.

—¿Y de qué sirve eso si nunca me escuchas?

—Porque el que te escuche no cambia las circunstancias. Y las circunstancias son que yo necesito que mi compañera esté conmigo en todo momento. Hasta ahora te he dado tiempo para que te acostumbres y sea más fácil para ti, pero el tiempo se acaba. Trabajar fuera no es una opción.

—No puedes impedírmelo —replicó Cath abriendo la puerta y marchándose tan rápido que estuvo a punto de chocar con él—. Aparta— exigió molesta quitándolo de malos modos antes de salir por la puerta que conectaba al mundo de los humanos.

—Amo —lo llamó con precaución entrando—. Cath... —comenzó.

—Déjala —lo detuvo de manera que se quedó en silencio esperando—. Es cierto que hasta ahora he tenido compañeras que no estaban conformes con las condiciones, pero es la primera vez que ocurre esto —añadió cansado—. ¿Tú crees que le exijo demasiado? —le preguntó cogiéndolo por sorpresa.

—Vos necesitáis una humana para equilibraos, por eso buscasteis entre las familias de humanos y llegasteis a un acuerdo con ellos que os satisfacía tanto a vos como a ellos. Si ya no les compensa, deberían habéroslo dicho, no obligar a una de sus hijas a aceptar cuando no quiere. Además, no creo que ella pueda quejarse, desde el principio le habéis explicado la situación y le habéis dado la oportunidad de renunciar, como a las demás. Fue ella la que decidió seguir.

—Lo cierto es que viniendo de ti no sé hasta qué punto eres parcial en tus palabras. Pero gracias— añadió.

—¿Habéis encontrado algo?

—No parece haber ninguna alternativa a los humanos para mí, ya que soy medio humano.

—¿Y criar una humana nosotros?

—No sería capar de tener como compañera a alguien que he criado yo mismo —negó el señor Jeon. Una frase que le resultó dolorosa por más que aquello no tuviese sentido—. Debería encontrar a una humana, pero que no tenga ninguno de los rasgos característicos de estos. Algo que no existe.

—Seguro que a los encargados se le ocurrirá algo —le aseguró consolador.

—Tienes razón. Ellos me ayudarán. Y lo primero es preparar las cosas para nuestra visita a la ciudad celestial. Tan solo espero que este tiempo separados nos ayude a todos a aclarar nuestras ideas y podamos encontrar una solución que nos satisfaga a todos.

—Yo también —asintió mientras se sentía pesado al haber recordado la razón por la que acudió a aquella sala: la llamada.



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