Capítulo 29

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Los siguientes días los pasó evitando en la medida de sus posibilidades acercarse al señor Jeon después de su rechazo, acompañándolo a reuniones donde este presionaba a los encargados para que llevasen a cabo la ceremonia que lo estabilizaría mientras los encargados presionaban a su amo para que aceptase que él se hiciese cargo de su situación. Y él sospechaba que la única razón por la que los encargados no habían llevado a cabo aún la ceremonia, era porque sabían que, una vez que la hiciesen, el señor Jeon no se acercaría de nuevo a ellos. Pero aquello tenía consecuencias, tanto para él, cuyo cuerpo era cada vez más inestable, como para su amo, cuyo pelo comenzó a cambiar de color a la vez que pasaba vez más tiempo somnoliento al subir su temperatura corporal empezando a tener fiebre.

Regresó a la habitación con la comida. Aquel día el estado del señor Jeon parecía malo y apenas fue capaz de levantarse de la cama antes de sentarse para mirar el jardín perdiéndose en sus pensamientos. Sabía que le estaba subiendo la fiebre, y sabía que la única manera de que bajase era sacándole el veneno, pero ¿cómo hacerlo? No podían regresar al mundo de los humanos y el señor Jeon le dijo que no podía hacerlo él. Se sentía como cuando acababa de llevarlo al templo, pero con la diferencia de que, mientras en aquel momento todo dependía de él, ahora era el señor Jeon quien decidía y eso lo condenaba a ver como su estado se iba deteriorando sin poder hacer nada. Recordaba aquellos días, y sabía que no tardaría demasiado en empeorar hasta que la fiebre no lo dejase levantarse de la cama, empezando a no poder comer, lo cual empeoraría su estado aún más rápido y, de nuevo estaría en la cama ardiendo de fiebre sin que nadie pudiese ayudarlo.

Avanzó más rápido al notar que comenzaba a hacerse pequeño de nuevo ante el riesgo de que se le cayesen los pantalones, y fue un alivio cuando llegó, entrando.

—¿Señor Jeon? —lo llamó sorprendido a verlo arreglado.

—Voy a salir un momento —le dijo con la voz algo entrecortada y con mucho color en las mejillas.

—¿Estáis seguro? —le preguntó acercándose preocupado por su fiebre.

—Sí, no te preocupes. Esta vez, quédate aquí. Volveré enseguida —le advirtió y él asintió viendo cómo se iba cuando, al acercarse a la puerta tropezó y si él no llega a ser más rápido y lo hubiese sujetado, habría caído.

—Estáis ardiendo —exclamó sorprendido. Sabía que tenía fiebre, pero no imaginaba que le había subido tan rápido, cuando se regañó. Desde luego que empeoraba rápido, fue hasta allí apenas estaba recuperado y luego comenzó a ir de una reunión a otra sin descanso a pesar de no haber continuado sacando el veneno. Estaba claro que recaería y se regañó por no haberse dado cuenta de eso antes.

—No te preocupes.

—¿Cómo que no me preocupe? —replicó molesto cuando chasqueó la lengua, disgustado. Si en esos momentos tuviese su cuerpo de adulto... se lamentó cuando sintió que cambiaba, comenzando a crecer y apenas tuvo el tamaño suficiente para cogerlo, lo hizo llevándolo de regreso.

—No es necesario —rechazó el señor Jeon intentando sonar firme sin conseguirlo.

—Desde luego que lo es, y como me ordenéis que os suelte, no os perdonaré —le advirtió dejándolo en el suelo antes de ir a por las mantas para preparar la cama.

—No recuerdo haberte criado para que me hables así —protestó en parte divertido.

—Cierto, me criasteis para que os cuidase, esa es mi función —le recordó cogiéndolo de nuevo para dejarlo entre las mantas—. Ya sabía yo que no estabais comiendo bien —rezongó disgustado y es que era demasiado ligero.

—Mi peso no tiene nada que ver con lo que como, soy medio elemental, ¿recuerdas?

—Aun así, pesáis demasiado poco.

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