*Quince*

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Nunca las había visto, en realidad nunca había visto tantas luciérnagas juntas. Saco mi teléfono y le tomo fotos. Son tantas que hacen que el bosque parezca lleno de luz.

—Es la primera vez que las veo —expreso con la misma emoción sin dejar de enfocar con la cámara de mi teléfono.

—Es por la época —responde acuclillándose apagando el suyo.

Me doy por vencida con la foto, es imposible captarlas con un lente tan precario. La apago también y eso hace que la única luz que nos alumbre sea la de esos pequeños insectos voladores. Me acuclillo a su lado y se siente genial estar allí presenciando esto.

—Este es uno de los pocos lugares en el país donde se pueden observar —pronuncia.

—Papá dice que todavía es un bosque virgen —menciono y le escucho reír—. ¿Qué es gracioso? —espeto.

—Lo de virgen, no creo que lo sea si ya hemos penetrado en él —expone y mi boca se queda abierta por lo que acaba de decir.

Hace que me sonroje.

—Ti-Tiene lógica —balbuceo y le escucho reír de nuevo.

—Están apareándose.

—¿Qué cosa?

—Las luciérnagas, es su forma de reencontrase con su pareja —explica y yo me quedo muda.

—¿Cómo lo sabes?

—Las he estado estudiando, y algún día quiero a ir Tlaxcala.

—¿Tlax... que?

—Es un pueblo de México. Allí está el más grande santuario de luciérnagas.

¡Vaya!

—¿Y por qué no has ido a verlas?

—No tengo tiempo.

—Vaya, debes ser un chico muy ocupado.

—Lo estoy; pero tu podrías ir a verlas por mí.

—No creo que sea divertido verlas yo sola.

Pienso, y de verdad que no.

—Podría estar allí contigo —aduce y eso me hace esbozar una sonrisa, pensando que sería genial, aunque esto ya es genial.

No dice más nada, hace silencio y yo le imito. Entonces el bosque se llena de el sonido de las luciérnagas y sus pequeñas luces titilantes. Un rato después percibo como se levanta, y es cuando recuerdo que mi padre no iba a demorar mucho en regresar. Me incorporo también.

—Se pueden ver mañana también, es que creo que debo regresar.

—Tal vez esta sea su la última noche de algunas que ya no volverán a encender su luz —dice como si no prestara atención a mis palabras, y estuviera metido en su propio mundo. Es imposible no evitar sentir un deje de nostalgia.

—Entonces tengo que agradecerte que me hayas traído a verlas hoy.

—El frio las confina y ya no vuelven a mostrarse hasta que vuelva la época de calor, pero ya no serán las mismas. Serán nuevas.

—Ya me queda claro que conoces mucho de... luciérnagas.

—Solo un poco —repone—, ¿me das tu mano? —pide.

Eso me hace suspirar, y abochornar, y es bueno que no me vea la cara. Estiro lentamente mi mano temblorosa y le toco la chaqueta de cuero, después siento como la suya toca la mía y la toma entre la suya hasta que la apresa sobresaltándome. Mi corazón late fuerte, y así me lleva con él; no hacia el camino de regreso si no hacia donde brillan los pequeños puntos de luz, que multiplican y triplican y luego desaparecen para luego volver a recomenzar como si estuvieran en un bello ritual. No me ha gustado lo que dice de que no volverán a dar su luz, pero se siente simplemente mágico y genial, y algo loco estar así en medio del bosque.

—Creo que ya es suficiente —dice encendiendo su lampara del teléfono.

No digo nada mientras tira de mi mano, yo solo sigo contemplando algo que quizás no veré nunca más.

—Creí que querías volver —dice rompiendo el hilo de mis pensamientos iluminando mi cara con su luz.

La aparto.

—Si... tengo que hacerlo —murmuro.

—Entonces vamos. Tu padre debe estar por llegar.

—¿Cómo sabes eso?

—Solo lo sé —contesta soltando mi mano, que vuelve a sentir el vació de la suya.

Estamos en la entrada de nuevo. Ya puedo ver mi la casa.

—Gracias —esbozo, la verdad ha sido algo diferente.

Mamá estaba preocupada por mí, y tal vez deba estarlo, ahora no quiero regresar. Quiero que los días se hagan largos. Muy largos si van a ser así de diferentes.

—No me agradezcas. Tómalo como una disculpa por haberte tirado en el aeropuerto

—Pensé que no eras de los que se disculpaba.

—Ya ves que sí. Soy humano.

—Y te haces llamar Veneno, ¿por qué?

—¿Quieres saberlo?

—Sí...

—Quizás te lo cuente algún día.

—¿Por qué no ahora?

—Porque tienes que irte —aduce y yo resoplo—, ¿tienes Spotify?

—¿Sí, por qué?

—Por nada —responde y ahora quiero ahorcarlo de nuevo; no obstante, a su modo es... diferente como cada momento que he pasado con él pienso mientras busca algo en su teléfono—, ¿me prestas el tuyo? —pregunta y yo se lo entrego.

Me quedo mirando como busca algo y luego lo levanta hacia mí mostrándome precisamente la foto que le tomé en la mañana.

—Así que si soy irresistible para ti —dice y me pongo como un jitomate—, ¿entonces soy tu crush?

¿Qué mierda, que está viendo?

Se lo arranco de la mano, o eso intento porque no lo suelta, se carcajea de mí.

—¡No eres tan irresistible, créeme!

Jalo para quitárselo, pero no deja. El impulso hace que me pegue a él.

—Lo dice quien le envía fotos a su amiga de mi espalda.

¡Diablos, Allie! Demasiado cerca otra vez.

—Podría haber posado. No tengo problema con ello.

Su voz resuena cerca de mi cara, su mirada azul vuelve a... cautivarme.

—Solo... era un juego, no tiene... importancia —digo para zafarme del embrollo. Luke/Veneno es muy astuto.

Se llama Luke... Venon...

Pienso mientras miro a sus ojos, el azul luce oscuro. Muy oscuro. Su respiración me saca del trance en que me encuentra a causa de ello y trato de alejarme, pero no puedo. Es como un imán, hace que, en vez de alejarme, me acerque más, hasta querer... besarlo; sin embargo, justo en ese momento se aleja.

—Será mejor que te vayas —dice mirando hacia donde se ven las luces a lo lejos de la camioneta de papá.

—Sí... me tengo que... ir —balbuceo a lo tonta y echo a correr, tengo que treparme por la ventana ya que no traje llaves; pero mientras lo hago y la adrenalina cesa, pienso abochornada en que él me... rechazó...

***

Un chico malo en mi verano✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora