*Veintiuno*

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Sentir sus labios moviéndose suavemente sobre los míos, es algo que no había alcanzado a imaginar que sucedería. Antes yo casi me había lanzado y él simplemente me había... rechazado.

¿Qué significaba esto ahora?

Muevo mis manos a los lados y hasta ponerlas sobre su pecho, no es algo que quiero hacer, pero a fuerza de mantener mi voluntad, le aparto. Él solo me mira.

—¿Por-Por qué hiciste eso?

—¿No te gustó? —cuestiona y eso me hace reír a desgano.

Sí, es un veneno que puede intoxicarte hasta volverte loca. Recobro mi calma, aunque la sensación de sus labios delgados y suaves parece no desaparecer de mi boca. No es la primera vez que doy un beso, pero si la primera que alguien me besa.

—¿Solo quiero saber por qué? —protesto por su respuesta.

—No hay una respuesta. Solo quería besarte; pero ya veo que no te gustó.

¡Que engreído!

—¡No dije eso! —suelto sin demora.

¡Y yo que estúpida! Obviamente se ríe de mí.

—Pensarás que es raro si digo que me gustas.

No digas eso así porque así...

—Sí..., muy raro.

Muerdo mi labio expectante, una vez termino de hablar.

—Pero no lo es. Me gustas. Eso es lo que hay, tampoco tienes que decir nada —aduce y se mueve para proseguir caminando hasta la casa abandonada.

Eso me estruja un poco el pecho recordando lo que dijo de su abuelo que nunca ha querido verlo. Él se adelanta y va hasta la puerta, saca algo del bolsillo de su pantalón corto. Son un juego de llaves y después de buscar una entre el juego abre la puerta con ella, como si supiera cual encaja perfectamente, dejando claro que su relación con el dueño, es cierta. Empuja la puerta que produce un chirrido por los goznes oxidados.

Ya de cerca, me fijo en que los ladrillos están revestidos de una costra negra, que más que hollín parece moho producido por la humedad y los años de abandono. Me asomo un poco y dentro está muy oscuro.

—¿Por fin me dirás que hacemos aquí?

—Mi madre ha decidido vender el terreno a una constructora, ya que el abuelo finalmente le heredo todo, y quizás dentro de unas semanas vendrán a derribar todo esto para construir un hotel temático —expone.

—¿Y qué hay con eso?

—Le pedí que me dejara ver la casa antes de que eso suceda. Nunca estuve aquí de niño.

Es imposible no sentir que se me encoje el pecho con el deje de sentido pesar que se percibe al final de sus palabras. Sin duda Luke, siempre será una caja de sorpresas, a veces querrás matarlo y otras... abrazarlo.

Me sacudo los pensamientos, y agradezco que esté dándome la espalda. La poca luz que produce de un encendedor, deja ver un poco más lo lúgubre del interior. Él ingresa hacia el interior mientras yo aguardo en la puerta. Observo como enciende y apaga su encendedor mientras busca algo en las paredes y supongo que es un interruptor. Me niego a creer que algún bombillo pueda servir; pero cambio inmediatamente mi opinión cuando se hace la luz en la entrada de lo que parece un recibidor, me fijo anonadada que, aunque se ve envejecido, todo parece intacto.

—¿Alguien todavía limpia este lugar? —pregunto avanzando, deteniéndome frente a una repisa que tiene un jarrón con flores marchitas y un espejo bastante manchado, pero en el que aun te puedes ver.

Me arreglo el cabello, luzco un poco despelucada.

—Hasta que mamá firmó los papeles alguien venía a limpiar. ¿Vienes? —pide como si esta vez no quisiera dar más explicaciones, caminando hasta la sala de estar.

Es bonita, antigua y vieja, como el olor que está impregnado en el ambiente. Él pasa de ella directo hasta las escaleras de acceso a la planta de arriba. Le sigo hasta que llegamos al corredor. Espero que se detenga en algún lugar, pero sigue hasta el fondo donde hay un acceso a un altillo. Saca su juego de llaves y abre el candado, cuando baja la escalera de acceso y empieza a subir me mira y me hace señas de que vaya allí con él.

—¿Qué es lo que buscas? —pregunto asomando mi cabeza luego de seguirlo. Después siento que la pregunta es tonta, y ya sé lo que busca.

El altillo es como la habitación de un bebé. Le observo mientras camina entre todas las cosas que están bien acomodadas en la pequeña habitación.

—Ella compró todo esto para mí, pero abuelo la echó de aquí antes de que pudiera traerme al mundo. Él confinó la habitación y no le dejó sacar nada.

—¿Y qué piensas hacer? ¿Te lo llevarás?

Termino de subir y me acerco despacio a donde está. El suelo es más firme de lo que pienso.

—¡No! —resopla mirándome—, solo quería verlo, de todos modos, ya nada sirve, y solo será como un lindo recuerdo. Ella siempre hablaba de las cosas bonitas que compró para mí.

—¿Y qué piensas ahora? —cuestiono dirigiéndome hasta la claraboya redonda que hace las veces de ventana.

Acá arriba no es necesaria tanta luz artificial, la ventana ovalada deja penetrar la suficiente luz para iluminar toda la habitación.

—¿Te has dado cuenta que solo haces preguntas?

Lo sorprendo acercándose y colocándose a mi lado.

—Tú también, ¿verdad?

Le miro alzando mis cejas.

—Solo pregunto lo necesario, pero no siempre respondes.

—¡Pues yo también! Ya que la mayoría del tiempo solo te la pasas confundiéndome.

—Pensé que había sido claro con ello.

—¿Con que cosa?

—¿Cuándo dije que me gustabas? —suelta y vaya que él en serio me hace tragar grueso de nuevo.

No deja de mirarme, yo tampoco a sus ojos.

—¿¡Por eso me besaste!?

—Sí, y lo quiero hacer de nuevo —responde, y nuevamente como si la escena se repitiera toma mis mejillas en sus manos y me besa, otra vez...

***

Un chico malo en mi verano✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora