*Treinta y seis*

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La sopa preparada por papá, no estuvo mal me sentaron de maravilla, y la ducha que tomé después de pasar el sudor, también. Me miro al espejo y mi nariz ya no está tan roja. Tal vez simplemente debería salir. Que lo haga no quiere decir que me lo vaya a encontrar, y de todos modos él no ha venido a buscarme como lo hacía al principio.

Suspiro hondo.

Tal vez él ya tiene definido lo que quiere; pero es muy injusto, porque nunca me había preparado para algo así. Termino de arreglarme y vestirme, tal vez sea bueno un poco de aire. Mi teléfono vibra sobre la mesa del escritorio tocador, voy por él y me fijo que es mamá. Esta vez exhalo hondo, desde que supo por papá que me enferme, me llama a cada rato.

—Hola, mamá —contesto sosteniéndolo entre mi hombro y mi mejilla y sentándome para ponerme mis botas.

—Allie, ¿Cómo vas mi cielo? —es la primera en hablar, y su tono de exagerada preocupación es evidente.

—Ay mamá, estoy bien, solo fue un pequeño resfrío, nada más —digo, aunque ya sé que ella no dejará de pensar que lo que tengo es un resfrío mortal.

No debería pensar eso, y recordando la actitud de la madre de Luke, creo que es algo injusto con ella; sin embargo, grave o no, siempre son exageradas sus reacciones.

—Allie, sabes que me preocupas. He pensado que tal vez deberías regresar antes...

—Mamá espera, deja de exagerar.

—Cariño, me siento inútil que no pueda estar allá cuidándote.

—Papá me cuida bien, tranquila.

—Allie...

—Mamá, no insistas con eso. igual, en dos semanas estaré de vuelta.

—Cariño...

—Ma, voy a salir a tomar aire, ya me siento mejor —le aviso, aunque es una verdad a medias, y tal vez respirar un poco no se sienta tan mal.

—Bien —la escucho exhalar al otro lado—, te llamo a la noche.

—¡Mamá!

—Bueno, lo haré mañana.

—Está mejor —digo, pero sé que llamará a mi padre, ella no se quedará con las ganas.

Algunas veces me resulta raro la intensidad que sufre cada que vengo a visitar a papá, es como si pensara que nunca voy a regresar. Suspiro hondo, soy tanto del uno como del otro, nunca sería egoísta. Los amo a ambos.

—Vale, besos —le digo y cuelgo.

Me levanto y guardo el teléfono en el bolsillo de mi chaqueta, al bajar y salir de casa para ir al taller me fijo en que el sol está en lo alto calentando con mucha intensidad. Respiro hondo y voy hasta el taller de papá que está haciendo ruido con la sierra. Me detengo en la entrada y todo ruido cesa.

—Allie, que haces aquí, el polvo te hará daño —espeta quitándose la máscara protectora de la cara.

Eso me hace rodar los ojos.

—Ya estoy bien, tranquilo —digo y él me mira rayado.

—Bueno, por lo menos saliste de la habitación.

—Voy a ir un rato al bosque —aviso y él medio sonríe.

—Bien, ve a distraerte.

—Vale, pero solo será un rato, volveré para ayudar con la cena.

—No es necesario, Brooke enviará una enorme pizza para los dos.

—Súper, me encanta la pizza de Brooke.

—Y él lo sabe —se mofa de mí, porque básicamente es la razón por la que iría nuevamente a su casa. Su piza casera es deliciosa.

Él solo se ríe. Me inclino y le beso la mejilla.

—Te veo al rato —digo y me voy hacia el bosque.

Sin embargo, mientras camino hacia allí y me voy adentrando, siento deseos de devolverme. Tal vez no es la mejor... idea... medito deteniéndome; sin embargo, justo en ese momento una melodía empieza a sonar desde arriba. Levanto mi mirada para constatar que era una mala idea. Él está allí, subido, sentado en la rama del árbol, como el día que me sorprendió dejando caer la lluvia hojarasca sobre mí. Lleva un viejo reproductor y de allí sale la música que esta vez no es ruidosa, se escucha bastante romántica... y triste.

—Por favor, no te vayas —pide cuando ve mi intención de dar la vuelta y volver por donde vine.

Le miro como se pone de pie en la rama sin dejar de mirarme, y luego empieza a bajar. Mientras lo hace quiero irme, pero mis pies parecen haberse vuelto de plomo, pegados al suelo.

—Solo salí a tomar aire, pero ya me voy.

—Es normal que no quieras verme más —habla cuando le he dado la espalda en mí ya de por sí inútil intento de escapar. Sus palabras pegan duro—, no esperaba otra reacción de tu parte —añade y eso me hace girarme sobre mis botas y mirarle ofendida.

—¿Supongo que eso me hace una inmadura?

—No —responde a mi pregunta—, creo que dije que es normal.

—Realmente no te entiendo —emito exhalando hondo, y quizás frustrándome más porque no debería hablar con él y cortar todo contacto.

Sin embargo, ignorar la situación no resolverá el daño causado.

—¿Qué es lo que no entiendes?

—¿Lo que buscas realmente?

—Busco a mi padre.

—¿Y entonces porque te acercaste a mí? —hago la pregunta y luego me arrepiento, la parte de cortar todo, parece no surtir ningún efecto satisfactorio.

—Porque llamaste mi atención.

—Eso es un poco egoísta.

—¿Por qué? Finalmente, no te quedarás aquí. Y estoy segura que tus planes no eran conocerme...

—Pero lo hice y si es un problema.

—¿Y cuál es el problema?

—Que no quiero que mueras, ¡idiota! —le grito frustrada, intento correr, pero el agarra mi mano.

No me deja escapar como quiero, aunque en el fondo soy yo la que no se quiere ir. Me jala y me abraza, me resisto.

—Yo tampoco quiero eso —dice y eso me desarma, me quitan las ganas de correr y huir de él.

***

Un chico malo en mi verano✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora