*Trece*

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Luke se adelanta hasta el lugar de los columpios y toma asiento en uno de ellos, esperaba que se meciera, pero no lo hace. Solo se sienta allí y seguramente a la espera de que haga lo mismo y ocupe el columpio disponible a su lado. No lo hago, me quedo de pie mirándole.

—¿Te quedarás allí de pie?

—¿Qué te hace pensar que me sentaré allí? —discrepo y se echa reír.

—Te han dicho que eres una chica rara?

—Y a ti, ¿no te han dicho que eres raro también?

—Si lo hacen; solo que no muchas se atreven a decírmelo de frente.

—Eres raro, te lo estoy diciendo de frente —contradigo osada si ponencia.

No ríe, o eso pretende evitar con mi respuesta.

—¿Te quedarás allí de pie? —repite la pregunta.

Niego con mi cabeza y a regañadientes tomo asiento en el columpio a su lado. Una vez lo hago me quedo en silencio, y al igual que él, miro al frente, hacia la parte donde hay más personas deambulando o caminando mientras ríen y comen helado.

—No tengo —emito bajo y aunque lo hago así, el parece escucharme.

—¿No tengo qué? —Me devuelve la pregunta. Me da un poco de vergüenza, lo cierto es que se siente extraño hablar de estas cosas.

—Novio —respondo con sinceridad. Solo espero que no se ría en mi cara, eso suele pasar con los chicos engreídos.

—¿Y? no es algo que te haya preguntado directamente —aduce y aparte de reír quiero ahorcarlo. ¡En serio!

—Aparte de raro, eres imposible —le tiro en cara.

No le miro, no podría. Quiero enojarme, pero, al final solo quiero reír, porque a su modo luce como esa clase de chicos malos; sin embargo, también luce diferente. Recordando todo lo que ha pasado desde que me tropezara con él en el aeropuerto, quisiera odiarlo, pero simplemente no puedo.

—Es bueno saberlo —habla sorprendiéndome.

Me giro despacio pero no puedo ver qué cara tiene al mencionar eso. Se ha empezado a mecer en el columpio. Entonces lo observo como parece un niño tratando de volar muy alto hasta que se lanza y pese al salto, cae de pie, y me observa. Yo me mantengo en la misma posición, en el punto de partida.

—Vamos, salta —prosigue. Me quedo quieta—. ¿También te dan miedo las alturas? —pregunta y eso hace que me incomode un poco.

Trago grueso recordando ese momento de angustia. No es algo que desee volver a repetir.

—¿Cómo lo supiste?

—¿Qué te estabas ahogando? —responde con la obvia pregunta y bajo la mirada—. Fue obvio, yo vi lo que los demás no vieron.

—¿Ah sí?, ¿y que viste?

—Que estabas agonizando —responde, no puedo evitar sentir que me recorra un escalofrío—. Ninguno de ellos imaginó que no sabías nadar —continúa.

—¿Puedo saber por qué estabas allí? —pregunto y me preparo para una de sus respuestas sarcásticas.

—Scarlet me invitó —responde mejor de lo que esperaba; no obstante, me sorprende mucho lo que dice, y si es así... entonces...

Me levanto del columpio, su respuesta aparte de sorprenderme, me confunde. Debería haber dicho que tenía algo con ella...

—No soy su novio —continúa y le miro algo avergonzada.

Un chico malo en mi verano✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora