capíтυlo 41

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Su "no me quiero ir" duró aproximadamente dos horas. Un poco antes de la llegada de mis padres, Elián atendió una llamada telefónica en el jardín. No la escuché, me dediqué a controlar lo que él había empezado a cocinar porque seguro se quemaría hasta que regresara.

Volvió sin decir una palabra al respecto, pero noté como durante toda la cena no dejó de mirar el reloj. Nos quedamos despiertos hasta que regresaran del viaje, y en cuanto avanzaron al interior de mi casa, Elián pidió que lo llevaran a su departamento.

Mi madre se asustó. Creyó que habíamos tenido algún tipo de discusión por la que quería irse tan desesperadamente. Ante su mirada negué con la cabeza varias veces con una sonrisa, estaba todo bien. Todo menos él.

-Creo que enloqueció - le dije a papá cuando mi hermano la persiguió hacia la cocina para convencerla.

- ¿Qué paso? No me sorprende que haya cambiado de opinión tan rápido, pero ¿Por qué?

-Recibió una llamada. Tal vez sucedió algo. - dije alzando mis hombros y dirigiéndome a mi habitación.

- ¡Elián! - alzó la voz mi padre para que mi hermano fuera a donde se encontraba él. Apareció rápidamente asomándose por un extremo del living. - Mañana a las seis te llevo a tu departamento. Espero que estés despierto porque no puedo retrasarme para el trabajo. -La seriedad con la que mi padre acababa de tratar a Elián me hizo empezar a reír. Él no es así, jamás fue tan recto con nosotros ni menos con él.

-Gracias. Gracias. Gracias - dijo repetidas veces. - Me iré a dormir ahora mismo así estoy listo - saludándonos a los tres con un beso y subiendo de un brinco las escaleras.

Tras el ruido de la puerta cerrándose mi padre rompió en risa. - ¡Es como un niño!

Mi madre que lo miraba desde lejos negaba mientras se le formaba una gran sonrisa en su rostro.

Creo que, en el último tiempo, antes del accidente, había pasado desapercibido muchos detalles cotidianos que de verdad me hacían bien. Ver reír a mi mamá, las actuaciones de papá, las bromas de mi hermano, el cariño en general de mi familia.

Amaba estar en casa.

Excepto a las seis de la mañana el día que Elián se tenía que ir.

A las cinco sentí como me quedaba sin aire ante el salto de él sobre mí.

¿Su mejor idea para despertarme fue aplastarme?

¿Qué clase de persona despierta a alguien así a las cinco de la mañana?

Ni siquiera había salido el sol.

-Te odio. - Fue lo único que salió de mi mientras intentaba respirar.

- Me iré a bañar. Espero que estés en la cocina para el desayuno antes de que me vaya - dijo de manera entusiasta mientras salía de mi cuarto. Ni siquiera volvió la mirada a mí para ver que le estaba haciendo una hermosa seña con mi mano.

Intenté dormirme, pero no pude. - ¡Gracias Elián! - era lo único que pasaba por mi mente en aquel momento. Así que, tal como él quería, me levante para ir a desayunar.

El café estaba listo, mis padres estaban en la mesa, yo dándole pequeños sorbos a aquella infusión para empezar mi día y mi hermano aún se estaba bañando.

-Juro que lo dejaré aquí. Me iré sin él - dijo mi padre en tono de broma alzando su voz para ser escuchado.

Tras aquellas palabras apareció por la cocina a medio vestir. - No me dejes, ya estoy listo.

-Ni siquiera llevas zapatos - le dije sin levantar la mirada del café.

-Me los pondré en el viaje ¿Por qué esa cara de zombie?

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