capíтυlo 36

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El silencio se apoderó de mi casa. Después de todo lo que Ailín había dicho, nadie se atrevió a contradecir ni opinar al respecto. No voy a negarlo, yo también estaba sorprendido al intentar comprender lo que acababa de escuchar. No sé si yo les podría echar la culpa a mis hermanos o incluso a mis padres, porque sé que los errores que yo cometí no tendrían por qué haber ocurrido. Desde pequeño me habían enseñado que todo eso estaba mal. No conduzcas si bebiste alcohol, no consumas drogas, no nos desobedezcas, no te escapes, no pelees… y muchas cosas que en menos de un año había ignorado.

Fui yo el que necesitaba romper algunas reglas para poder sentirme bien, aunque en realidad no pasara.

Posiblemente todo a mi alrededor haya cambiado, pero no podría decir que todo era horrible, porque no era cierto.
En el instante que mi hermana me defendía, ante todo y todos, podría considerarlo una muestra de amor única. Luz también era mucho de lo bueno que cambió últimamente, ella me hacía feliz. Me olvidaba de todo el problema que existieran en el mundo cuando estaba a mi lado.

Talvez esa noche significó más de lo que yo creía. Había admitido que ella me gustaba, le había dicho la verdad a mi familia, conocí lo que realmente pensaban de mí, y, sobre todo, sentía lo mucho que me querían.

Debía pedir disculpas, lo sabía, pero no en ese momento. Me alejé de la puerta, mientras apenas se escuchaban unos leves murmullos provenientes del living, y me acomodé en mi cama. Miré el techo e intenté poner mi mente en blanco con la ayuda de la música. No podía dejar de escuchar las palabras de mi familia retumbando en mi cabeza. Me costaba entender por qué nunca les habían contado la verdad a mis hermanos, siendo que ellos siempre dijeron que éramos una familia unida y sin secretos.

¿Era toda una mentira? ¿Cómo se supone que volvería a confiar en ellos?

Hasta la música que escuchaba en aquel momento parecía estar describiendo todo lo que pasaba por mi mente. Mi vida en solo 4.16 minutos. Pero no la cambie, en mis oídos continuó reproduciéndose “Insane de Gnash.”

Logré quedarme dormido ahogado en mis pensamientos. No sé cuánto tiempo había pasado desde entonces, pero desperté cerca de las 4 a.m.

Apagué la música y me levanté. Mi casa estaba en silencio, por la hora que era, seguro se habían ido a dormir. Capaz la discusión familiar había terminado luego de las palabras de Ailín, o a lo mejor siguió y cada uno se había vuelto a su casa. Podía imaginarme millones de escenarios que pudieron haber ocurrido, pero a esa altura ya no estaba seguro de conocer a mi familia.
Abrí sigilosamente la puerta de mi habitación, no quería despertar a nadie, o que supieran que yo lo estaba. Por lo general siempre he tenido hambre en la madrugada, y ese día no era la excepción. Necesitaba encontrar en la nevera algo dulce y tal vez tomar un poco de agua, así que me dirigí a la cocina con sumo cuidado de no hacer cualquier clase de bulla. Antes de llegar pude notar que la luz estaba encendida, y asomándome levemente pude escuchar unas voces. Bruno y Elián estaban despiertos. Dudé en volver rápidamente a mi habitación porque lo que menos quería en ese momento es seguir con la discusión. Pero cuando estaba por hacerlo me llamó la atención oír llorar a Bruno.

Yo no soy de escuchar conversaciones ajenas, ni menos tras las puertas. Pero había algo que no lograba entender y tal vez era la oportunidad de conocer mejor a mi hermano, porque sabía que él no confiaba en mí, pero si en Elián.

Me acerqué sólo unos centímetros a la puerta para poder verlos. Elián estaba dándome la espalda y Bruno, al frente de él. Sus manos sostenían su cabeza, ocultando el rostro y no dejaba de negar con un leve movimiento.

-Deberías decírselo, Bruno. Él no te juzgará.

-Pero ya pasó bastante tiempo – su voz sonaba quebrada.

-Él era muy pequeño cuando ocurrió. Tú también lo eras, tenías su edad. – Elián se acercó a él y le colocó su mano suavemente en la espalda para consolarlo - Sabes que cometemos errores. No puedes juzgarlo así.

- Es que… seguro está muy enfadado conmigo…

- Y tiene razón – interrumpió Elián.

- ¡Lo sé! Sé que le tuve que haber hablado de todo eso antes. Se supone que somos los mayores y que lo tenemos que guiar.

- Si. Ailín tiene razón. Fue nuestra culpa también.

- Pero yo le tendría que haberle hablado sobre... Yo… - y no pudo continuar.

No tenía idea de lo que hablaban, pero si tenía curiosidad. Tal vez era otro de los secretos muy bien guardados de mi hermano, y posiblemente nunca me lo haya contado porque no confiaba en mí. No lo sé, pero tampoco me apetecía cuestionarme todo eso en aquel momento.

Volví a mi habitación sin haber cumplido mi objetivo de comer algo. En total silencio ingresé nuevamente en ella y me quedé dando vueltas en la cama, hasta que por fin pude pegar un ojo.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora