capíтυlo 48

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Voces conocidas, provenientes del living, resonaron en mi habitación. Apenas pude mantener mis ojos abiertos mientras miraba la hora en el teléfono, 8 a.m. ¿Cuál era la necesidad de hablar tan alto?

Tapé mis oídos con la almohada para aminorar aquellos sonidos y poder volver a conciliar el sueño. No estoy seguro cuánto pasó, sé que cerré mis ojos y que dejé de escucharlos parlotear, pero mi mente siguió sumergida en un mar de pensamientos aturdidores, que fueron acallados tras el rechinido de la puerta abrirse.

–¿Estás despierto? – susurrando – Me han dicho que estás medio cascarrabias – escuché sus pasos acercarse despacio a mi cama. No me giré a verlo, pero sabía que indudablemente ese tono de voz grave y rasposo era de Bruno. – Ya sé que estas oyéndome. Tu respiración te delata.

–No quiero hablar – de mala manera.

–No quiero hablar. No quiero comer. No me pregunten que me ocurre. Déjenme solo. – haciendo una mala imitación de mí – ¿De verdad crees que tus problemas se solucionaran encerrado en esta habitación, sin la necesidad de levantarte de la cama? Porque no quiero darte malas noticias, pero la verdad es que la vida no funciona así.

Esperé en silencio unos minutos para asegurarme que no diría nada más. Me di vuelta en la cama hasta tenerlo en frente – Y dime, ¿Cómo solucionas tus problemas?

–Hablando. Expresando lo que siento y pidiendo ayuda.

–No, así tampoco funciona la vida. – volví a taparme con la frazada hasta la cabeza esperando a que entendiera que no quería seguir con aquella conversación motivacional inútil.

–De verdad que eres terco, Tadeo. – Suspiró y desistió de seguir insistiendo. Caminó hacia la salida, pero no la escuché abrirse. – Creí que todo aquello de "tus hermanos estamos para apoyarte" había servido para algo, pero a6un no podemos confiarnos nada. – abrió la puerta - Ahora que lo pienso, - y luego la escuché cerrarse. – creo que no aprendiste nada de lo que pasó. Si no maduras y dejas de actuar como un estúpido niño, nunca vas a solucionar tus problemas. Mucho menos vas a superar lo ocurrido. –alzaba su voz con cierto enfado en cada oración – No vas a soluciona nada alejándonos, aislándote, estando solo. Tienes que levantarte y aprender a enfrentar tus problemas. Vas a caer, pero debes intentarlo una y otra vez hasta que lo logres. No eras un niño cuando tomaste esas malditas decisiones, creías que eras lo suficientemente maduro para hacerlas. – volvió a abrir aquella puerta – Si en serio crees que eres una persona madura, actúa como tal. – Se marchó.

Tal vez... Tal vez tiene razón.

Me gustaría decir que pude volver a dormirme nuevamente, pero no. Clavé la vista en una pequeña mancha en el techo y permanecí así por el resto de día. Aquellas palabras de Bruno que resonaban en mi cabeza me mantenían despierto y lejano a todo lo que ocúrrase a mi alrededor.

Después de algunas horas en cama decidí levantarme. Sé que Bruno me vio cuando salí de mi habitación rumbo al baño y que también notó como blanqueé mi mirada al verlo con una sonrisa chueca. Me di un baño y volví a la cueva, como ya era predecible. Volví a dibujar cosas sin sentido, trazos que ayudaban a desahogarme y expresar el enredo que había en mi mente, pero no estoy muy seguro que alguien, si lo viera, entendiera lo que había garabateado.

Un golpecito suave y tímido en la puerta, me volvió a mi realidad. No tenía ganas de hablar con nadie, como ya se los había dicho unas cuarenta veces antes, pero ellos seguían sin entenderlo. La abrí esperando cerrarla rápidamente luego de decir que quería estar solo, pero me sorprendí al ver a Albano parado.

Había pasado un mes desde la última vez que hablé con él, algunos mensajes nos habíamos enviado, pero sólo eran chistes o bromas entre nosotros.

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