capíтυlo 37

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No estaba seguro de la hora, pero recuerdo que era muy temprano cuando escuché a Ailín llamándome. Sacudió mi hombro un par de veces, pero creí que solamente era un sueño, así que la ignoré. Hasta que Eliza se sentó en la cama junto a mí.

-Hey ¿podemos hablar un minuto? –. Susurrándome.

Ahí me di cuenta que no. Mis hermanos estaban en mi cuarto. Abrí los ojos y me los froté para poder despertar, me giré y los vi. Los cuatro estaban ahí, en mi habitación. Elián sentado en mi silla, aún un poco dormido, mientras que Bruno permanecía apoyado en el escritorio con los brazos cruzados. Las chicas, más cerca mío, al lado de mi cama para ser exacto.

- ¿Qué hacen aquí? ¿Qué ocurre? –. sin entender nada - ¿Cómo… cómo entraron? - señalando la puerta. Estaba convencido que la había dejado con seguro la noche anterior, justamente para que no pasara esto.

-Recuerdas que esta fue mi habitación por muchos años ¿no? Conozco cada rincón de aquí – Bruno soltó una risita de complicidad, pero sin mutar ni un solo músculo de su rostro. Por supuesto que sabía cómo burlar la seguridad de esa puerta. Cuando tenía mi edad, solía escaparse de casa y dejar su habitación con seguro y luego abrirla desde fuera.

-Queremos disculparnos… por lo de anoche, - hizo una pausa para tomar aire - por no haber estado contigo, por habernos ido…por todo. – podía ver en la mirada de Ailín como sentía cada palabra que decía, de verdad lo lamentaba –. Todo esto fue nuestra culpa. Estuvimos mal. Somos hermanos y tendríamos que haberte acompañado, apoyado y enseñado lo que sabíamos. Pero no, nos fuimos porque crecimos, porque considerábamos que ya éramos bastantes adultos y no nos importó lo que dejamos atrás.

- Se supone que tienes que seguir nuestros pasos – dijo Bruno suavemente –. Pero si no sabes la cantidad de veces que nos equivocamos de camino, es imposible que llegues hasta aquí. - Eliza lo miró un poco sorprendida, pero luego de unos segundos le dedicó una sonrisa sincera.

-Ustedes no tienen nada que ver… yo fui quien – intenté hacerles saber que no tenían que echarse la culpa de todo lo ocurrido, pero fui interrumpido por Eliza.

- No hemos hablado durante mucho tiempo, y creo que jamás te supimos guiar – Eliza apoyando su mano en el hombro de Bruno y caminando hacia mí – Te queremos. Lo sabes, claro. Tal vez este fin de semana no fue realmente una reunión familiar muy normal.

-Llevamos tiempo sin vernos – interrumpió Elián.

-Y sin hablarnos – agregó Ailín.

-Lo sé. Me disculpo por haber arruinado la cena de ayer, – lo lamentaba mucho, toda la noche había rondado en mi cabeza las palabras y las lágrimas de mi familia. A lo mejor me debí haber callado, ese no era el momento para sincerarme.

- No fue tu culpa – dijo Elián mirando de re ojo a Bruno – tenías que decirlo y ya. Tal vez esa no era la mejor forma – dijo entre risas lo que hizo que cambiara un poco el ambiente de la conversación.

-Ya no importan las escusas, las razones o el pasado. Tendríamos que pensar en mañana… - Ahí estaba Ailín, con su filosofía y su motivación. A decir verdad, ya extrañaba su forma de ver el mundo.

- ¿Mañana? ¿Qué pasa mañana? – tal vez el horario había afectado a Elián, o solo estaba bromeando, pero si su objetivo era alegrarnos lo había conseguido.

- ¡Para, Elián! ¡Esto es serio! – reprochó Ailín mientras intentaba contener la sonrisa.

Hasta aquel momento no me había percatado de los pijamas de mis hermanos. Los veía reírse a carcajadas e intentando parar para no despertar a mis padres, que el momento se volvió muy agradable. Parecían cuatro niños haciendo travesuras, y no lo decía sólo por su ropa. Eliza tal como su personalidad, llevaba un conjunto a cuadros en tonos de grises. Ailín tenía su pijama preferido, y aunque no me lo había dicho, estaba seguro de ello. Era de Chicago Bulls, en especial del número 23. Su camiseta blanca con las letras y el número en rojo y la parte de abajo, el pantalón negro y tenía pequeñas pelotas de básquetbol con el logo del equipo. Aficionada el deporte y en especial a ese equipo. Elián tal como es él, su pijama irradiaba buena energia. Su remera contenía la frase “Think positive" junto con una enorme carita sonriente, al igual que el pantalón corto, con la palabra “Smile" por todos lados. Pero sin duda el mejor pijama lo llevaba Bruno. Una camiseta, que sin duda no era de su talle, sino unos cuantos menos, de color azul marino y un gran dinosaurio en el centro. Mientras en la parte de abajo, que a duras penas alcanzaba para cubrir parte de su pantorrilla, gozaba de un diseño de tiranosaurio rex en verde y unos lunares en azul.

Ya a ese punto no me estaba riendo de la broma de Elian, sino de pensar mil hipótesis de por qué Bruno llevaba ese pijama.

- Creo que tenemos muchas cosas que contarnos y ponernos al día sobre nuestra vida últimamente. Los cuatro. – Bruno después de dejar de reír, pero sin perder su firmeza –. Pero creo que primero deberíamos tener una charla tú y yo. – Me dijo mirándome fijamente a los ojos. Noté como Elián hacia una leve sonrisa sin dejar de mirar el suelo. Bruno estaba nervioso, frotaba sus manos entre sí.

No sé qué teníamos que hablar, pero estaba seguro que se relacionaba con la conversación que había escuchado por la noche entre mis hermanos. Tenía curiosidad, ¿qué tan grave era que no me lo había contado antes?

-Cámbiate. Iremos a dar una vuelta. Yo también me sacaré este pijama – señalando lo que llevaba puesto.

- ¿Puedo preguntar por qué llevas puesto eso? – disimulando, la verdad bastante mal, mi risa.

La cara de enojo de Bruno, me hizo dar cuenta que a él ni siquiera le simpatizaba la idea de usarlo. Estaba por decir algo, pero Elián rápidamente intervino.

-Cuando armas la valija para irte un fin de semana a la casa de tus padres, lo primero que cargas es tu cepillo de dientes y claro, el pijama. ¿y qué es lo primero que se olvidó nuestro hermano de aquí? – colgándose de los hombros de Bruno.

- Es un pijama que usaba cuando tenías… ¿ocho? – Eliza mirando a Bruno, en un tono bastante bromista.

- Quince – entre dientes y bastante avergonzado. Creo que el hecho de usar ese tipo de pijamas cuando tenía quince años no lo enorgullecía tanto, pero sin duda, quince años después alegraba el día a sus hermanos al ver que todavía le quedaba. – ¿No tienen nada mejor que hacer? – dijo saliendo de la habitación.

-Elián, Ailín y yo iremos a preparar el desayuno para mamá y papá. Tenemos que remediar lo de anoche y tener una conversación un poco más...  ¿civilizada?

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora