capíтυlo 38

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Bruno golpeó suavemente la puerta de mi habitación diez minutos después. Apenas pasaban de las seis de la mañana.

No soy muy ágil desde el accidente, pero tampoco necesitaba serlo para coger jersey y tapar lo que vendría siendo mi pijama. En realidad, sólo era la misma ropa que había usado la noche anterior, porque en ningún momento, luego de la discusión familiar, me había tomado la molestia de ponerme la ropa de cama.

Para mi sorpresa condujo en silencio por unos cinco minutos en su automóvil hasta llegar a un parque. Claramente estaba nervioso y podía notar que no sabía cómo iniciar la conversación. Desabrochó su cinturón de seguridad luego de haber fijado su vista en el horizonte, lanzó un gran suspiro y giró a verme. Tal vez no fui muy disimulado, pero hacia bastante que lo estaba observando minuciosamente, sentía que Bruno era todo un misterio y aunque no lo quisiera admitir en aquel momento, siempre tuve curiosidad por conocerlo a fondo.

- ¿Nos bajamos o…?

Me encogí de hombros. Estaba frio, eran las seis y media de la mañana y yo sólo quería seguir durmiendo.

-Está bien, nos quedamos acá.

Volvió a quedarse en silencio mirando a la nada por un momento, hasta que rompió por fin con la tensión que había en el interior del coche. – Sé que no fui nunca un buen hermano, y no es que no te aprecié…

-Yo nunca dije que no me quisieras – aclaré mirándolo a los ojos. Está bien, posiblemente si lo he dicho en alguna oportunidad, pero ni yo estaba totalmente convencido de aquello.

Asintió con la cabeza. – Lo que quiero decir, es que llegaste en un momento inusual de mi vida. Y nunca me había dado cuenta que al fin y al cabo nosotros nos parecemos más de lo que crees.

Supongo que esperó a que dijera algo, pero no lo hice. Continúe mirándolo a los ojos esperando a que prosiguiera, que se explicara.

-Cuando papá nos contó que posiblemente Amanda estuviera embarazada, me había puesto muy feliz. Sabía que él estaba empezando una nueva vida después de lo de mi madre, y la posibilidad de que Eliza y yo pudiéramos tener ese amor maternal y una familia más grande. De verdad, era una idea que me llenaba de alegría. No había tenido en cuenta el hecho de la mudanza. Creí que viviríamos en la antigua casa. No me quería ir, ahí era a donde estaba mi mamá y sentía que la estábamos abandonando. A papá le costó bastante convencerme de la mudanza, incluso me prometió la habitación más grande si le decía que sí. – lanzó una breve risa -. A los pocos meses cumplí los dieciséis y tiempo después naciste. Tuve que hacer nuevos amigos y era difícil. – me miró. - Como te dije antes, tenemos mucho en común, a la misma edad empezamos a cagarla.

- ¿A cagarla, tu?

El hijo perfecto, ¿La había cagado alguna vez?

No podía saber si me estaba mintiendo o si de verdad pasó lo que me contaba en aquel momento. Pero la sinceridad que transmitían sus ojos y los cristalinos a punto de quebrar en llanto, me hicieron darme cuenta que todo era cierto.

-Uno de mis amigos también… – comenzó a mirar sus pies, y sus manos empezaron a temblar. – Muchas veces que nos reuníamos insistía a que probara, que no era nada malo. Y lo hice. – giró rápidamente la vista hacia mí y luego la volvió al suelo. –Sé que él era una buena persona, pero a veces tomaba malas decisiones. Se dejaba llevar. Sólo estuvo con las personas equivocadas, en el momento equivocado, – hizo una pausa – los dos. Me hubiera encantado haberme dado cuenta en aquel momento… – su voz comenzaba a quebrarse. –  antes de que fuera tarde. – se detuvo.

Quería preguntarle si estaba bien. Por lo menos consolarlo porque estaba llorando, pero no sabía cómo. Mi curiosidad me estaba ganando. Una parte de mi quería rogarle para que siguiera, y otra quería abrazarlo fuerte y dejar de hacerle daño. Opté por apoyar suavemente mi mano izquierda en su hombro, demostrarle que estaba ahí y que yo, a diferencia de él, no lo juzgaría.

Giró levemente la vista por un instante hacia donde estaba y carraspeó antes de continuar. – Podría haber hecho algo en aquel momento. Y ahora es igual. Podría haber hecho algo para ayudarte. Pero no. Preferí alejarme e intentar olvidar todo. – clavó su mirada en la mía – Me alegra saber que contigo tengo una segunda oportunidad. Porque con él no la tuve.

El silencio invadió el interior del coche. Yo no sabía que responder y Bruno no tenía más que decir. Seguía sin entender que había pasado. El hecho de que hubiera consumido drogas no lo encontraba tan grave, dada mi situación, claro. Pero seguía sin comprender lo de su amigo. Intentaba buscar en mi cabeza las palabras correctas para hacerle saber de qué no comprendía, pero se me adelantó.

-Seguramente no entendiste nada. – soltó una tímida risa - Tal vez debería contarte toda la historia. – hizo una pausa. – Benicio. Lo conocí en el colegio, nos hicimos amigos sin ningún tipo de razón. Supongo que fue porque me vio solo, o porque era el nuevo. No lo sé. La cosa es que nos contábamos todo, era como un hermano. A ver, el hecho de que estuviera Elián, no quitaba que me sintiera solo, todavía era pequeño y no podía hablar con él, tampoco lo conocía tanto. Y tu sólo tenías meses. – Estaba un poco mejor mientras hablaba, su voz no estaba ronca ni débil, pero había bastantes pausas para poder continuar. Cada vez le costaba más. – Sabía que tenía más amigos porque también me junté con ellos en varias oportunidades. Eran mayores. Y como tal, creían tener la autoridad para dar órdenes. Al comienzo era un juego, lo hacíamos para divertirnos, pero sé que Benicio le encontró el gustito a todo ese mundo. Siempre que consumía algo nuevo me lo contaba. Probaba cualquier cosa que le dieran, y no era sólo ahí, porque empezaba a ser con mayor frecuencia. Tardé bastante en darme cuenta de que no estaba haciendo las cosas bien. Quise detenerlo muchas veces, pero era terco, - me miró – como tú, como yo. Se le estaba yendo de las manos y aquella noche se lo dije. – Volvió la vista al suelo. Cada vez que no quería que lo viera llorar, comenzaba a inspeccionar sus zapatos. – Sabes que no soy bueno diciendo las cosas, a veces me voy de boca o simplemente soy gruñón. – esas cualidades salieron de él, yo no había dicho nada. – Discutimos. No quería seguir apoyándolo y viendo como arruinaba su vida. No quería ser testigo de eso. Debía detenerlo, pero fallé. Se fue enojado después de decir que no quería saber más de mí y mandarme un par de ves a la mierda. – señaló con sus dedos unas comillas – “No debía meterme en su vida, porque él no lo hacía en la mía”.

Bruno continuó. No entendía muy bien lo que estaba tratando de contarme porque se tomaba muchas pausas y su voz por momento se quebraba. Sabía que algunos detalles los pasaba por alto porque el hilo conductor de la historia se perdía. Pero igual seguí escuchándolo atentamente.

-Aquella tarde, después que discutimos, se fue. Sabía que se juntaría con sus otros amigos y creo que era lo que más me enojaba. Sé que él también estaba enfadado, pero no sé qué paso. Me acosté a dormir temprano. Escuché que el teléfono sonó luego de algunas horas y que Amanda respondió, pero no presté atención a la conversación. Y a las seis de la mañana Amanda me despertó. Me dijo… - sus ojos se llenaron de lágrimas, su nariz estaba enrojecida y sus manos no paraban de moverse -. Los papás de Benicio avisaron que lo encontraron sin vida. – A partir de aquel momento, cada palabra que salía de Bruno, no sólo le causaba dolor a él, sino que, de alguna manera, había empezado a llorar.

Había estado toda la noche con los otros amigos, había combinado alcohol con drogas que posiblemente no conocía y en grandes cantidades. Se descompensó y aquellos “amigos” lo dejaron solo porque no querían problemas. Aquella primera llamada había sido su madre, que preguntaba si su hijo estaba con Bruno, porque ya era bastante tarde y no había vuelto. Horas después, el panorama ya era bastante claro.

No supo explicarme lo que vivió, pero no hacía falta que lo dijera para que entendiera. Con muy pocos detalles logré comprender que Bruno les contó sobre aquellos “amigos” que lo habían llevado por aquel camino y que, sin duda, no lo cuidaron. Que fue difícil para mis padres enterarse de que él también consumía drogas (no sólo marihuana) y tuvo que estar algún tiempo lejos para poder despejarse.

Después de que tomó mucho aire y lograra tranquilizarse, me explicó porque habíamos terminado en aquel parque. Que no había sido elegido al azar.

-Aquí es donde lo encontraron. Siempre se venir cuando hago algo muy mal en mi vida. Cuando cometo errores. Vine la noche de tu accidente, después de estar en la clínica con papá. También cuando decidí no ir a verte más y anoche después de la pelea. Elián me encontró y después de volver a casa estuvimos hablando, me convenció de que te contara todo. Y aquí estamos.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora