capíтυlo 46

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Fueron noches duras y difíciles las que vinieron después de aquella pesadilla. Una y otra vez me despertaba asfixiado y sin fuerzas para enfrentar mis miedos. Ya no encontraba excusas para poder ocultar que no dormía y tampoco sabía que hacer esperando a que amaneciera, porque descansar ya no era una opción. Intenté huírle a la noche. Comencé a dibujar, me vi todas las series que encontraba en Netflix, jugué videojuegos y por supuesto bebí mucho café. Pero el cansancio lograba apoderarse de mí.

Llegaba a quedarme dormido en medio del almuerzo mientras mis padres me estaban hablando. Los ejercicios que diariamente hacía con Luz, me costaban más, ya no podía terminar con todas las rondas y ella lo notaba.

Mi madre insistía en que debía comer más – ¡Estoy segura que te faltan vitaminas! – aseguraba mientras me acercaba un vaso de agua junto con una pastilla naranja efervescente.

Mis ojos se cerraban a pesar de mi duro trabajo de mantenerlos abiertos. Cuatro noches en las que no había podido dormir bien ya eran totalmente evidentes en mi rostro y en mi humor.

Me quedé en el living, el sonido del tic tac del reloj lograba ponerme de un humor peor al que ya traía. Saber que las horas pasaban y que nuevamente se acercaba la hora de dormir, era algo que no podía soportar. La impotencia de tener que enfrentar nuevamente mis miedos todas las noches y no saber qué hacer para que las malditas pesadillas desaparecieran. Empezaba a pensar en que terminaría loco en cuestión de días. Buscaba en mi familia un intento de refugio, pero evitaba cualquier maniobra de ellos en saber que me estaba ocurriendo. Escuché que papá se encontraba hablando por teléfono en el piso de arriba y que mamá estaba en el jardín. Busqué con la mirada a Elián para invitarlo a ver alguna película, pero no me sorprendía su ausencia.

Me tenía que quedar conmigo mismo hasta que alguien quisiera hacerme compañía. Tal vez tampoco era algo que alguien anhelara hacer, estar callado sin hacer ningún tipo de comentario o pregunta, o incluso saber que yo llevaba mi humor poco envidiable por el resto del día, hacía que me evitaran. Yo sólo lograba ahuyentarlos.

Por mucho que lo intenté, me quedé dormido. Mi cuerpo ganó la batalla y terminó cediendo a la sed del cansancio. Y las pesadillas no tardaron en llegar.

Otra vez el maldito auto. Nuevamente ese olor tan particular seduciéndome.  Una vez más el mismo escenario.
Podía distinguir que todo aquello no era real, pero esta vez era diferente. Escuchaba a Albano y lo vi un par de veces, mientras intentaba huir. Pero desapareció en el momento en el que Joel posó su mirada en mí.

Tenía miedo de hablarle. Mi subconsciente estaba volviéndome loco y esto no era como hablar con las plantas.

- ¿Por qué?

Lo miré confundido.

- ¿Por qué no fuiste?

- ¿A dónde? – dudé por un momento en responder.

- A despedirte. – hizo una pausa. – A mi entierro. Al cementerio. A donde fuera. Nunca fuiste. – alzando su voz con cada oración. - ¿No éramos amigos?

Mis ojos estaban clavados en él. Estaba intentando buscar alguna explicación, no sólo a sus preguntas, sino también a toda esa conversación.

-No pude…

-Claro, si estabas en el hospital… ¿Y luego? – gritó. – Llevas meses fuera.

- No eres real. – intenté abrir la puerta. No sé exactamente que pretendía hacer ¿saltar? pero igual no podría. No existía manija alguna para poder abrirla. No existía salida.

- ¡Por supuesto que soy real! Como así también lo fue la marihuana que compraste.

- ¿Yo? - estaba realmente confundido.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora