Una hora más tarde llegó una mujer, y para mi sorpresa, era mi nueva psicóloga. Se iba a encargar de saber si me encontraba bien o si necesitaría otro tipo de ayuda, también a exteriorizarme y salir adelante. En cuanto entró y se presentó, Luz me sonrió, pero cuando dijo que estaba para ayudarme y escucharme yo le sonreí, pero sarcásticamente. No iba a decirle ni una palabra, había estado así dos semanas, podía unas horas más sin hablar.
Luz consiguió una psicóloga demasiado rápido, seguro que ya tenía pensado todo eso y sólo esperaba a que me negara. Esa eran las razones por la que ella siempre lograba sorprenderme, iba siempre un paso delante de todos los acontecimientos.
Tenía más que decidido que no diría nada relevante, pero hablé.
Dije todo.
Lloré y grité.
Me había desahogado.
Cuando terminamos, una hora después, se levantó y se acercó a la puerta y me dijo que nos volveríamos a ver.
De todo lo que hablamos no recuerdo mucho, sé que intentar hacerlo me causa dolor. Pero si me acuerdo que ella estaba todo el tiempo escribiendo en su libreta, también que habló con mis padres, no supe en ese momento exactamente qué, pero después de eso mi mamá se quedó toda la noche a mi lado.
La relación con ella era “extraña”, si bien me ayudaba y apoyaba todos los días, mucho no hablábamos.
Mis padres son personas mayores, ambos habían construido esta familia, ella se divorció a los treinta y siete años y, al poco tiempo, conoció a mi papá, quien había quedado viudo. Una relación nacida en la fila del supermercado, “súper romántico”, o eso decían siempre.
Como ya eran grandes, ninguno creyó que pudieran ser padres nuevamente, pero a los dos años de su relación nací yo, fruto del amor del supermercado. Ya ambos tenían práctica con los hijos, mi madre tenía mellizos, Ailín y Elián, de seis años, y mi padre tenía dos, Eliza y Bruno, unos años mayores. Con ellos también había una relación distante, pero era porque todos ya eran grandes y tenían sus trabajos, estudios y hogares lejos.Mi madre no se había separado de mi desde el accidente y cuando desperté seguía pegada a la puerta, pero del lado de afuera, porque no quería incomodarme. Mi padre me visitaba todos los días, pero él estaba en casa, no se pasaba el día ahí como mi mamá.
Y quería que ella tampoco lo hiciera
Desperté al día siguiente y mi madre estaba allí, como siempre, en el sillón del rincón tapada con una frazada, aún dormía. Me quedé observándola durante bastante tiempo, hasta que despertó. Notó que la estaba observando, así que se acercó a la cama.
- ¡Buenos Días dormilón! – con una dulzura en su voz - ¿Cómo estás? - hablaba susurrando porque todavía seguía dormida.
Necesitaba hablar con ella sobre todo lo que había pasado, no lo habíamos hecho aún, porque no encontraba las palabras. Me limité a preguntarle la hora, todavía era temprano, había pasado toda la noche conmigo. Tardó algunos minutos en responder, pero me lo dijo:
-Son las 6.48 a.m. – luego de dedicó una sonrisa sincera- ¿quieres que hablemos de lo de ayer?
Claro que quería, tenía bastante curiosidad en qué tanto me habían analizado, y en cómo habían roto ese famoso “Secreto profesional”.
La psicóloga había sugerido ayuda psiquiátrica para mí.Por más que me negase, la decisión no iba a ser mía, sería de mis padres, y ellos iban a hacer lo que creyeran mejor para mí.
Aceptaron.
Ese era uno de los momentos más ejemplificativos de “por qué” me molestaba ser menor de edad. Cuando me lo contó incluso ya sabía que ese día iría a verme un psiquiatra para recetarme la medicación que el creyera conveniente, o un tratamiento si era necesario.
Había empezado muy mal mi día, todavía no eran las siete de la mañana y estaba enfadado.
No quería gritarle a mi madre, pero su decisión de verdad me molestó, yo no consideraba que necesitara esa clase de ayuda.
- ¿Por qué no me lo consultaron?, ¿por qué no me dejan decidir? ¡No tengo cinco años mamá! – grité. Estaba enojado.
- ¡Déjanos ayudarte! Tu papá y yo te amamos mucho y queremos lo mejor para tí, queremos que seas feliz, que vuelvas a ser como antes, inquieto, gracioso, divertido… ¡que hables con nosotros! – intentaba estar tranquila, pero estaba gritando – Nos hemos alejado el último tiempo y ¿qué pasó? Consumías drogas y nosotros no lo sabíamos, no queremos volver a cometer otro error. Sólo queremos ayudarte.
- ¿Quieres que hablemos, pero no tienen en cuenta mi opinión? Yo no voy a ser el de antes nunca más. – hice una pausa y luego lo grité, lo necesitaba hacer – No volveré a caminar nunca más.
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Luz
No FicciónSiempre escuche que cuando te mueres, lo último que ves es la luz al final del túnel. Dicen que no debes ir tras ella, porque si lo haces es el final. No estoy seguro si lo que vi fue esa luz, tal vez lo era, pero no pasó lo que todos decían, tal ve...