capíтυlo 28

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-Ya no soy más el de antes, sé que lo saben, los conozco. Por eso necesito que me ayuden a sentirme cómodo. No quiero que me vuelvan a decir Tadeo, ese ya no soy yo. Cometí errores, y lo siento, lo siento mucho y por eso quiero remendar el pasado. – Cada palabra que decía la sentía en mi alma, creo que en mis diecisiete años jamás había sido tan honesto como en ese momento - La cague en muchas ocasiones y si estoy acá ahora es porque de alguna forma tengo una nueva oportunidad, pero no quiero ser igual, ni menos sentirme el de antes. Quiero… o, mejor dicho, necesito ser otro yo… un nuevo yo. Y tal vez no lo comprendan, pero siento que si cambio la forma en la que me llamen puede ayudarme a aprender de mis errores y no ser ese Tadeo.

Pude ver algunas lágrimas en el rostro de mi madre, había intentado decírselo de otra forma, pero sólo salió así. No quería lastimar a ninguno, pero sentí que fue lo mejor.

-Estoy de acuerdo, hijo. – dijo mi padre dirigiéndose hacia donde estaba y dándome una sonrisa reconfortante.

- ¿Y cómo quieres que te llamemos ahora? – mi madre rompiendo su silencio, con una voz afectada por el llanto. Pude ver que rápidamente limpió sus lágrimas, pero su maquillaje corrido denotaba su dolor.

Me acerqué a ella y la abracé muy fuerte, creí que lo necesitaba, pero más que nada fue porque yo quería que me diera su amor, su fuerza. -Me da igual como quieran llamarme, pero no como antes, no quiero ser más así… por lo menos por ahora.

-Nosotros te llamaremos como tú quieras hijo, porque queremos verte feliz…fuerte y feliz – la voz de mi padre susurrando en mi oído mientras se acercaba a nosotros y nos abrazaba a los dos. – Vine porque no quería que me dejaran fuera del abracito – imitando un niño pequeño.

Ese abrazo familiar era lo que necesitaba para poder cargar las fuerzas para seguir y poder mirar todo de otra manera. No quería que nada ni nadie interrumpiera ese cuadro, porque hacía bastante que yo me había alejado de ellos, y por más que deseara que mi mamá, más que nada, me mimara como si fuera un niño de vuelta, mi orgullo y rebeldía no me lo permitía. No les dije que había elegido algún apodo para que me dijeran, porque no sabía si sería el indicado, sólo quería que evitaran llamarme como antes. A esta altura, sólo me importaba ese abrazo que nos estábamos dando los tres.

Después de cenar quise aprovechar ese “amor familiar" que había esa noche, así que los invité a que viéramos alguna película. Nos sentamos juntos en el sofá del living, con los pochoclos hechos por mi madre y entre los tres empezamos a elegir algo en Netflix. Me iban a dejar elegir cualquier cosa, lo sabía, podría haber puesto Zombies y por más que ambos odiaran ese tipo de películas, la hubieran disfrutado por mí. Pero el nuevo Tadeo tenía que dejar de ser egoísta así que busqué algo que nos gustara por igual, y esa noche, esas horas en familia era la mejor batería.

Antes de que me fuera a dormir aquella noche, sonó el teléfono, no era normal ya que era tarde, pero escuché que mi madre atendió con tanta alegría en su voz. Sospeché quien podría haber llamado, pero no le di importancia. Creí que solo era una llamada, pero no, definitivamente mi instinto no es muy bueno.

Al otro día desperté temprano, tenía que hacer algunos ejercicios y Luz vendría por la tarde para hacer aquellos que eran más complejos. Todavía estaba con el humor de la mañana cuando fui a desayunar y me encontré con mis padres cantando mientras preparaban el café y las tostadas. Estaban contentos, y si hubiera sido un poco más tarde, seguro cantaba con ellos, pero tenía mucho sueño así que, sólo los miré y me reí. Necesitaba sumergirme en esa taza de café para poder despertar.

-Tus hermanos van a venir este fin de semana a visitarte – el orgullo de mi madre al decir esas palabras, tomada de mi mano, me hizo entender que sentía un nuevo comienzo. Hacía bastante tiempo que no estábamos todos juntos, mis hermanos vivían en diferentes ciudades y la distancia impedía que estuviéramos todos. De hecho, se me había hecho extraño que en esos casi siete meses ninguno hubiera ido a visitarme, pero luego entendí que mis padres no les habían contado muy bien la historia.

Sabían que hubo un accidente, pero no exactamente como pasó ni mucho menos el tema de las drogas. Para mi familia el hijo menor, o sea yo, era el orgullo de mis padres y por supuesto que nada podía manchar esa reputación.

Durante los meses en coma uno de mis hermanos si fue a verme, pero no volvió más. Cualquier persona diría que no me quieren, pero es que en realidad no son esos tipos de hermanos con los que has pasado mucho tiempo. Ellos ya eran “grandes" cuando nací, y los mayores me cuidaban como si fuera su hijo y los más chicos me usaban de muñeco, pero después crecieron y también dejaron la casa antes de que pudiera compartir mucho tiempo con ellos.

Seguramente la razón de querer reunir a toda la familia era para que, en cierto modo, mis hermanos entendieran la nueva vida que afrontábamos mis padres y yo.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora