capíтυlo 17

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Cuando se calmó, siguió hablando, pero noté como quiso evitar esa parte.

-El camionero llamó a la ambulancia – dijo mirándome - lo vi acercarse al auto, estaba adolorido, se lo notaba en su forma de caminar, pero por suerte no se hizo mucho daño. Me miró por la ventana y empezó a decirme que no me moviera, que ya había pedido ayuda. Me di cuenta que ya estábamos metidos en un gran lio, ese auto era un desastre y cuando vi las luces de la policía me desesperé. - tomándose la cabeza – ¡Nos equivocamos y feo!... Vi tu celular en el suelo y lo tomé, el de Joel lo cogí de su bolsillo, apenas podía llegar a donde estaba, y los escondí. Estaba agobiado, hubiera sido más fácil si por lo menos hubiera estado inconsciente, nunca podré sacar esas imágenes de mi cabeza y la sensación... Esa sensación de pánico, quería ayudarlos, ¿Sabes? quería, pero no pude, no pude hacerlo. – su voz de cortó, pero luego de llenar nuevamente sus pulmones de aire pudo continuar.
Cuando los bomberos llegaron lograron sacar la puerta del auto para abrir una salida. Yo sólo quería estar con ustedes…nos alejaron, había muchas personas rodeándote y nadie me decía nada. Lograron sacarlos a los dos, pero no podía verlos, sólo me querían examinar para ver si estaba bien, pero no me importaba… ¡No importaba, joder! Solo quería saber cómo estaban ustedes. Lo vi a Joel... ni siquiera intentaron reanimarlo… ¡Lo dejaron morir! – mirándome a los ojos, inundado en lágrimas.
Ya no podía más… estaba en el piso viéndolo ahí solo. Sentí que el tiempo pasaba más lento, que todo iba en cámara lenta, sólo escuchaba ruidos a lo lejos y a mi padre gritándome, preguntándome por los teléfonos… y yo… yo debería haber estado con él, yo debería estado en su lugar. – intentaba seguir hablando, pero las palabras casi no salían de él. Recordar todo era muy difícil, estaba seguro de eso, porque a mí, el solo escucharlo ya me estaba haciendo daño. -Los médicos corrían de aquí para allá, pasando por mi lado, me esquivaban como si no fuera nada, más que una piedra en medio del camino. Nadie notó mi sufrimiento, había perdido a Joel y no me decían que pasaba contigo, ¡estaba completamente solo!
Lo abracé, en ese momento estaba seguro que era lo que el más necesita.
Pero no se si él o yo lo precisaba más.
Intenté contarle lo mucho que Luz me había enseñado en esos días, a no darle tantas vueltas al asunto, al fin y al cabo, la culpa era de los tres, y tal vez merecíamos todo lo que nos había pasado y lo que nos pasa actualmente por haber hecho cosas que no nos deberían haber puesto orgullosos.

Albano apenas podía respirar, estaba hiperventilado de tanto llorar, noté que se había quitado un gran peso de encima al poder narrarme todo lo que vivió esa noche, e incluso después. Se me hizo muy raro en ese momento verlo tan mal, él siempre fue alegría y jamás lo verías llorar, era como un chico rudo, pero siempre feliz, llevando la alegría a todos lados.

A ese Albano me lo habían cambiado.
Lo entendía y conocía muy bien lo que había vivido, incluso yo no me sentía igual al de antes. Que Joel no estuviera, implicaba que nosotros no podríamos volver a tomar las riendas de nuestra vida, porque era él quien nos decía muchas veces que nos concentráramos y que siguiéramos adelante.

¿Y ahora como lo haríamos? Él ya no estaba.

Albano tardó un poco más en explicarme como su padre había podido convencer a casi todo el mundo sobre que el desastre no había sido nuestra culpa, sino que fue un “accidente”, pero a él se lo culpaba por todo lo ocurrido. Claro está que Armando no tenía ni idea que su hijo estaba en ese momento en el hospital y que sabía que yo no había muerto. Había tardado demasiado tiempo en poder tener noticias de mí, porque no sabía cómo hablar con mis padres y menos preguntarles a los suyos.

Me quedó dando vueltas en mi cabeza todo lo que me había contado de esa noche, aún no podía asimilarlo, me era muy difícil volver a vivir todo a través de las palabras de Albano.

Metí mi mano al bolillo, dándome cuenta que había guardado el celular que me acaba de dar, la razón por la que estaba ahí. Apenas me había cuestionado el hecho de su existencia, yo lo daba por perdido hacía bastante, de hecho, por momentos ni recordaba que tuviera uno.

Y ahí fue cuando me di cuenta por qué los había escondido.

Nuestras últimas conversaciones en whatsapp había sido comprando droga. Los tres teníamos agendado el número de quien nos las proveía, y aunque en ese punto no tenía mucha importancia seguir protegiendo a alguien, Albano lo hizo de igual forma, porque era su novia, Camila.

- ¿Lo hiciste por Camila?

Se sobresaltó al escuchar mi pregunta, y al verme con mi móvil en la mano, afirmó con la cabeza - Igual no sirvió de mucho – dijo – Ella cree que yo la delaté, pero no lo hice. ¿por qué lo haría?

Me quedé mirando mí celular, sin tener el valor de presionar ningún botón, o de encender la pantalla.

-No lo he tocado, tienes contraseña - se le formó una pequeña sonrisa en su rostro – ¿la recuerdas?

-La verdad es que no lo sé – me reí.

En realidad, si me acordaba cual era, pero le mentí porque sabría que me pediría que borrara el número de Camila, pero no quería tocar el teléfono, tenía miedo.

Se quedó mirándome un rato más, hasta que tomó la fuerza necesaria para poder hacer la pregunta.

- ¿Estás … - su cara de vergüenza, miedo y timidez me anticiparon como seguía la pregunta de Albano - …para…?

- Parapléjico. Sí, me rompí una vértebra, bastante importante al parecer.

Sus ojos como dos platos me estaban mirando sorprendido, creo que no era lo que él quería escuchar.

-Lo siento mucho, no lo sabía. – estaba pálido, podía notar en su mirada lo mismo que vi en la de mis padres las primeras semanas...

Lástima

Y era lo que menos quería que sintieran en ese momento.

-Ya está, deja de mirarme así – se lo dije con cierto enfado, seguro soné algo borde, pero había estado bastante tiempo para aceptar lo que me había pasado como para que otra persona me volviese a tratar de ayudar. - No me mal entiendas, me encanta que estés acá, pero si me vas a mirar así...

- ¡Sí, lo se, discúlpame! -negando con la cabeza- es que es mucha información.

-Lo se, tú también me has dado mucha -sonriéndole.

- Te prometo que vendré seguido a visitarte – se levantó y posó su mano sobre mi hombro.

De hecho, cumplió su promesa, fue a visitarme varios días, incluso cuando volví a mi casa él me iba a saludar. Al pasar los días nuestras conversaciones se iban convirtiendo en aquellas que teníamos antes que sucediera todo, muchas veces sin darnos cuenta, decíamos que le teníamos que avisar a Joel, o inconscientemente esperábamos a que él llegara.

Esa noche, cuando Albano se fue, la enfermera entró unos minutos después a llevarme la cena.

- ¿Luz ya se fue? – la necesitaba, tenía la suficiente confianza como para que desahogarme con ella.

Pero para mi suerte se había ido hacía una hora y no la vería hasta la mañana siguiente.

La necesitaba tanto como el aire que respiramos. Ella era el hombro en el que me refugiaba cuando necesitaba llorar sin que me juzgaran.

Quería que amaneciera, que llegara la hora de verla y poder platicar, o que me hablara de cualquier cosa y distrajera mi mente, en la que no dejaba de dar vuelta todo lo que Albano me había contado.

Tenía mi celular en mis manos, pero no había presionado ni una sola tecla.

¿Qué había en ese teléfono?

¿Qué había pasado en esas últimas horas?

Y sí, recordé las fotos que habíamos tomado aquel día, desde la competencia, la cena y la escapada en el auto. Todo estaba guardado ahí.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora