capíтυlo 44

119 26 3
                                    

Intuyo que me quedé dormido durante el viaje porque me era difícil comprender que estaba ocurriendo.

Mientras trataba de que mi vista se acostumbrara a la oscuridad notaba como la música me estaba aturdiendo.

No podía distinguir aquellas voces que cantaban a los gritos. Froté mis ojos y sentí como me empujaban el hombro izquierdo.

- No me vas a decir que tienes sueño ¿no?

- ¿Quieres que regresemos para que así duermas con los niños? - su tono burlón y su risa exorbitante me sonaban familiares.

Aclaré mis ideas y...

¿Qué mierda?

¿Qué carajo hacía en ese auto?

Estiré mi brazo para poder tocar el hombro de quien estaba a mi lado, sin dejar de mirarlo fijamente. Cuando se produjo aquel contacto pegué un brinco. Mi corazón latía a mil revoluciones por segundo.

- ¡Oye! De verdad... ¿te sientes bien?

- Si...sí. - ¿lo estaba? - Creo que esto ya me está haciendo efecto - señalé el cigarro que llevaba él en su mano y fingí una risa.

Respiré hondo y comencé a hacer un paneo de la situación. Moví mis piernas y éstas me respondieron, él era real, aquel vehículo y los cigarros también lo eran. Todo se sentía normal, no entendía a que se debió mi susto.

- ¿Me pasas otra cerveza Albano? - girando a verlo ligar cigarrillos.

- Ten... - entregándome una botella. - Y éste ya lo terminé - con su otra mano acercó el cigarrillo que acababa de hacer.

Me olvidé de mis miedos. Tal vez sólo eran una estúpida pesadilla provocada por los efectos de la marihuana. Creo que había visto demasiado las películas de "Destino final". Pero me limité a no decir nada.

Un teléfono empezó a sonar y apenas se lo podía distinguir a pesar del volumen de la música. - Sácalo de mi bolsillo y fíjate quien es - me pidió Joel. Eran sus padres, pero decidió evitar la llamada porque estaba conduciendo. - Seguro creerán que estamos durmiendo - dijo entre risas.

Me fui haciendo uno con el momento. Me relajé. Disfruté y canté las canciones. Fumé un par de cigarros y me acabé tres botellas de cerveza. - ¡Qué bien se siente estar vivo! - grité por la ventanilla sacando medio cuerpo por ella. Adentro empezaron las risas, esa complicidad hizo que también empezaran a gritar cualquier idiotez que se le viniera a la cabeza. Y en un mar de carcajadas, gritos y brindis, comenzó a sonar un tema que me revolvió el estómago.

- ¡Por favor sube el volumen! - requirió Joel. - ¡Me encanta!

¿Qué ocurría con aquel tema? ¿Por qué no quería escucharlo?

Me paralicé.

Albano se estiró por encima de mí para elevar el sonido del estéreo al notar que no lo había hecho. Y comenzó a golpear el techo del automóvil al ritmo de la música.

Necesitaba bajarme, sentía nauseas. Pero mis palabras de socorro no podían ser escuchadas por el ruido.

- ¿Puedes parar? - necesitaba un minuto para respirar. Apenas podía controlar mi propio peso, todo me estaba dando vueltas y sentía como si mi corazón quisiera saltar por la ventana.

- ¡No molestes! - el grito provino de atrás.

- Joel, por favor... - sentía que iba a empezar a llorar. Estaba pidiendo compasión.

- Después del túnel. - apuntó.

¿Túnel?

Me concentré en mi respiración acelerada. En contar hasta mil si era necesario para poder tranquilizarme, pero todo era en vano. Aquel pitido en mis oídos y mi pecho que subía y bajaba tan rápidamente, no eran una buena señal. Apoyé mis brazos sobre las rodillas y sostuve mi cabeza cerrando mis ojos. Deseaba que se detuvieran y poder respirar. Quería poder tener un control, aunque sea mínimo de mí. Mis manos se humedecieron por algunas lágrimas que recorrían mi rostro. Me sentía una bola de nervios. Aquel ataque de pánico se había apoderado de mí. Y cuando creí que no podía empeorar, lo hizo.

El coche empezó a zigzaguear al ritmo de la batería. Ya no escuchaban mis suplicas para que se detuviera. Gritaba. Lloraba. Por más que intentara disminuir el volumen de la música no había cambios, era como si el sonido no viniera de ahí. Le sacudí el hombro, tenía que mirarme y entender lo que estaba tratando de decirle, pero no, su vista estaba clavada en el horizonte, sin ningún tipo de reacción en su rostro, como si no fuera una persona. Tomé el volante y lo jalé hacia mi lado, a pesar de la fuerte resistencia que había.

Pero la bocina sonó.

El camión estaba delante de nosotros. Otra vez las luces, la carretera equivocada y el tiempo que se acababa.

No pude reaccionar, simplemente me quedé contemplando nuevamente mi fin.

Y todo se iluminó cegándome.

Abrí de a poco mis ojos, por miedo a lo que pudiese ver. Mi respiración estaba acelerada y no estaba seguro de nada.

Noté que estaba sentado en medio de la ruta. Me puse de pie rápidamente y observé a mi alrededor.

¿Otra vez un túnel?

Miré sus extremos, ambos estaban lejos, pero sólo uno brillaba.

Lo único que escuchaba era el sonido de mis exhalaciones y el corazón latiéndome en la garganta.

Por instinto comencé a correr en dirección contraria. No me detuve a pensar ni en qué hacía ahí, ni cómo había llegado, ni en lo que acaba de ocurrir. Solo corrí, aunque parecía nunca poder salir de ahí. Cada algunos pasos, volvía la mirada esperando no encontrar nada detrás. La salida parecía lejos, siempre más difícil de llegar.

La desesperación me invadió. Nada de esto tenía sentido y sabía que le estaba huyendo a mi propia muerte, pero.

¿Por qué?

¿No era yo el que quería morir?

No, realmente no quería morir.

Tenía miedo a detenerme. La salida estaba lejos y la luz parecía cada vez más grande. ¿Se estaba acercando?

A medida que corría sentía como mi cuerpo se estaba poniendo más pesado, mi velocidad disminuía. No me sentía cansado, sé que la adrenalina en mí, causada por el miedo, me dejaba huir, pero mis piernas se resistían. Los calambres iban avanzando y se hacían más presentes. Empezaron a debilitarse y terminé cayendo al suelo.

Me costó ponerme nuevamente de pie, pero lo hice. Intenté avanzar, aunque fuese a una velocidad pausada. Pero no. Caí nuevamente y ya no podía pararme. Mis piernas no me respondían. - ¿Por qué me abandonan ahora? - les grité enojado.

La luz estaba más cerca. Mi muerte estaba cerca.

Comencé a arrastrarme, aunque fuera muy poco lo que podría lograr alejarme, necesitaba hacerlo. No me daría por vencido tan rápido. Mi llanto de desesperación era lo único que se escuchaba en el eco del túnel.

Desesperación porque la luz se acercaba más, porque no entendía que estaba pasando, porque mis piernas no me respondían, porque ni yo sabía que era lo que realmente quería en aquel momento.

Continúe usando mis brazos para huir. Cada vez era más difícil llevar mi propio cuerpo a cuesta, pero no me detendría. Jadeaba con cada bocanada de aire. Giré nuevamente para comprender que tanto había avanzado, cuando me di cuenta que la luz estaba encima de mí.

¿Por qué? ¿Qué ocurre?

Quería pedir ayuda, aunque sabía que era en vano. Una parte de mi quería que ya fuera mi maldito fin y otra seguir luchando por mi vida.

Todo a mi alrededor giraba. Ya no sabía si estaba respirando, apenas podía distinguir siluetas entre tantas lágrimas en mis ojos y mis piernas ya no me pertenecían.

No podía correr, no podía pedir ayuda, gritar no serviría de nada. ¿Qué otra opción quedaba aparte de darme por vencido? No quería. Quería seguir luchando para huir.

Hice el intento por continuar mi camino y de repente, la bocina del camión retumbó como si hubiera estado a mi lado.

Me incorporé sobresaltado en el sillón. Llevé mis manos temblorosas a mi cabeza para sostenérmela. Todo daba vueltas. - Fue sólo un sueño - me repetí un par de veces mientras secaba mis lágrimas.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora