capíтυlo 3

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Luego de los triunfos, habíamos ido todos los chicos de taekwondo a celebrar. Unas pizzas por aquí, unas cervezas por allá, brindis y, por último, cada uno a dormir al hotel porque al otro día volveríamos temprano.

Estábamos en un gran bar, con música y pizzas, cervezas sólo para los adultos, pero nada mal para festejar. Era divertido escuchar anécdotas de todos los chicos y también algunos detalles que nos habíamos perdido de las peleas. Yo estaba sentado casi en el extremo de la mesa y mis amigos estaban a mi lado, noté como empezaban a reírse mientras miraban su celular, pero no llegaba a verlo. Luego Albano se levantó de la mesa y por unos diez minutos no volvió. Estaba seguro que tramaba algo, lo había notado por su cara de travesura, se lo pregunté a Joel, pero como era cómplice en lo que fuera que estuvieran haciendo, no me lo contó, sólo me hizo seña para que no dijera nada. Cuando volvió se sentó en su asiento y continuó con la conversación como si nada.

Seguimos, así como por una media hora más, hasta que se hizo "tarde" y teníamos que ir a dormir. Mientras todos se iban yendo a sus habitaciones, noté como Joel me golpeaba con su codo, señalándome debajo de la mesa.
Albano tuvo la brillante idea de seguir celebrando. Me acuerdo que en aquel momento él lo miro a Joel y sacó de su campera una cajita. Ahí era donde guardaba los cigarrillos y la marihuana. Me entusiasmaba la idea de festejar así, era mejor que ir a dormir.

Salimos rápidamente el hotel en donde estábamos y en ese momento Joel mostró las llaves. Había ido en su auto. Hacia pocas semanas que sus padres se lo habían regalado por sus dieciocho. Así que cargamos unas cervezas y empezamos a dar vueltas.
Recuerdo ese momento muy bien.
Albano estaba sentado atrás, iba ligando cigarrillos, Joel manejaba, y yo sentado adelante eligiendo la música.

Los cigarrillos iban y venían, de atrás hacia adelante. La cerveza en momento se convertía en micrófono, una tras otra se iban acabando. El mejor Karaoke de mi vida incluso en las canciones en inglés.

Era la madrugada y nosotros seguíamos dando vueltas, hasta que Joel decidió ir a la carretera. El plan era hacer unos kilómetros hacia el próximo pueblo, comprar más cerveza y volver.
Fuimos, compramos y pegamos la vuelta.

En ese momento, Joel empezó a bromear. Como no venía nadie, empezó a hacer zigzag en la carretera. Era divertido, sólo reíamos. Hasta que la diversión desapareció por completo.
Apareció un camión de frente, nuestro auto venía en el carril contrario, Joel miraba el camión.

De repente la risa paró. Pero ni Albano ni yo le dijimos que se corriera, no hablamos ni una sola palabra.
Joel reaccionó y quiso esquivarlo, pero ya no había tiempo.

En ese instante, todo desapareció...

La música, el olor a marihuana, la bocina del camión, el ruido del motor.
Sólo era yo y la luz, la luz del camión que venía directo a mí.

Y en cuestión de segundos, ya no había nada.

Quizás esa no era la luz, quizás ese no era mi final o tal vez me dieron otra oportunidad.

Una nueva oportunidad para arreglar mi vida, para volver a ser el de antes.

Pero esta vez tendría muchos obstáculos que enfrentar, muchas palabras por decir, disculpas que pedir y explicaciones para dar.

Además, tendría que aprender a vivir de nuevo, siendo otro, alguien diferente al que estaba en aquel auto, al que acababa de estar en un accidente, al chico que lo último que había visto eran las luces de ese camión.

Ese camión que tenía muchas luces, pero yo nunca deje de mirar la luz blanca, la más grande que tenía, la que venía hacia nosotros, a la que nosotros íbamos.

Sí, fuimos hacia la luz, a la del camión.

Pero como dije, ese no era el momento de mi final.

Posiblemente algún día lo sea, no sé si hoy, mañana o dentro de cincuenta años. Pero de lo único que estoy seguro es que, de ahí en adelante, yo no volví a ser yo.

Y en cuanto más miraba esa luz, más pensaba en la muerte. En el tabú de la muerte.

¿Qué pasaría después?

¿El paraíso? ¿El infierno?

¿Volvería a nacer?

No era el momento para poder responder mis interrogantes, no ahora...

Porque volví a abrir mis ojos.

Luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora