Estaba realmente aburrido, el silencio me agobiaba, me hacía poner nervioso, pero me sentí más relajado cuando vi el picaporte de la puerta moverse. Era una enfermera que sólo venía a controlar que todo estuviera en su lugar.
- ¿Quieres recibir una visita? – con una sonrisa simpática – responde con la cabeza, no te quites la mascarilla.
Asentí. Necesitaba ver a alguien conocido para que supiera que divertido la estaba pasando. Quería que alguien me digiera que me llevarían a mi casa o a la otra habitación, no importaba, sólo quería ruido.
Por la puerta entró Luz, la persona que más ilusión me hacía ver. No creo que haya visto mi sonrisa, pero si la hubo.
Me molestó verla triste, acababa de llorar, se notaba en sus ojos, y en su timidez al entrar a la habitación, no había hecho más que unos pocos pasos hasta los pies de la cama y de ahí se quedó mirándome.
Moví la mascarilla hacia arriba quitándomela - ¿Qué pasa? ¿Estás bien? – estaba preocupado, no sé si le había pasado algo o si sabía algo que yo no.
Avanzó hacia mi lado y volvió a acomodar la mascarilla – ¡No te la quites! – lo dijo como una madre regaña a su hijo – ¡Lo lamento! – y vi correr algunas lágrimas sobre su rostro – Es mi culpa que estés aquí, fue mucho esfuerzo y debí haberme dado cuenta…
-No fue tu culpa son cosas que pasan – quería consolarla, pero se quedó mirándome porque no había entendido nada de lo que dije. Por obedecerla y no quitarme la mascarilla al hablar, el sonido de lo que dije salió transformado en un montón de ruidos, que al parecer fueron graciosos porque Luz empezó a reír con mucho entusiasmo, una risa muy contagiosa a la que también me uní. No entendía muy bien por qué lo hacíamos, pero había logrado mi objetivo de hacer que ella estuviera mejor.
Corrí nuevamente la mascarilla – Me haces muy bien – yo jadeando por la falta de aire durante la risa, hizo que Luz se preocupara y no prestar mucha atención a lo que dije.
Se acercó a mí para asegurarse que estuviera bien, que tomara el aire suficiente e intentara tener una respiración constante, pero se me hizo imposible.
Sus labios estaban relativamente cerca de los míos, sentía su inhalación y sus bellos ojos que no dejaban de mirarme.
No entendía que me estaba pasando, ya no me importaba estar en el hospital o parapléjico, sólo pensaba en ella, en Luz.
Tal vez su sonrisa o su mirada me habían hipnotizado. Sus dulces palabras y el cariño que me daba día a día hacía que tuviera la fuerza necesaria para seguir adelante. Se había convertido en mi motor, en mi razón de sonreír.
Sabía que no había escuchado lo que dije, pero no tendría el valor de decírselo de nuevo, yo no estaba seguro qué era lo que sentía por ella y mucho menos, qué sentía ella por mí. Podría pensar en mi como un simple paciente, uno más de ellos, o como un amigo, aunque lo que yo realmente quería era mucho más.
Nosotros mirándonos. Sí, encontró mi mirada y la conecté con la suya, mientras seguía estando relativamente cerca de mis labios, pero una mascarilla de oxígeno nos separaba. No sé si hubiera pasado algo, pero el momento mágico fue interrumpido por la llegada del médico con su reporte.
Lo escuché hablar, pero no dejé de mirarla ni un segundo. Ella estaba ahí, acompañándome y tomándome de la mano para mostrarme su apoyo, su compañía. El médico terminó con una sonrisa y salió de la habitación.
Me di cuenta que no le había prestado atención, pero Luz me miró con cierta felicidad en su rostro lo que me dijo que todo estaba bien.
-Pronto volverás a tu casa – la sonrisa en su rostro había vuelto a aparecer y el brillo de sus ojos me tenía cautivado.
En cuestión de horas había vuelto a mi vieja habitación de hospital y mis padres estaban a mi lado sin dejar de besarme. No había visto a mi madre en todo ese tiempo, lo cual era raro, pero en cuanto volví me dio todo el amor que no me había dado antes. La extrañaba, y mucho.
El médico entró por la puerta con algunos papeles en la mano – Buenas tardes. Traigo noticias – por su cara podía entenderse que eran buenas, pero no me hice ilusiones – De los estudios que hicimos los resultados son bastante alentadores, nos faltan algunos que los haremos por la mañana, pero podríamos decir que pronto estarás en casa – y terminó con un guiño dirigido a mí.
ESTÁS LEYENDO
Luz
Non-FictionSiempre escuche que cuando te mueres, lo último que ves es la luz al final del túnel. Dicen que no debes ir tras ella, porque si lo haces es el final. No estoy seguro si lo que vi fue esa luz, tal vez lo era, pero no pasó lo que todos decían, tal ve...