En un mundo donde la justicia es relativa, la bondad una leyenda y la humanidad una mierda, la maldad es lo único real.
Siete chicos sin, aparentemente, nada en común terminan por coincidir. Cada uno con una motivación diferente, una historia, una m...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sur Corea, Ilsan. 11:32pm
En uno de los rincones más sombríos de Ilsan, en aquella parte donde se esconden los seres más detestables de la sociedad, justo en un almacén abandonado se podía escuchar los gemidos de dolor y jadeos de un trío de personas que en balde trataban de pedir auxilio. De todas formas si alguien lograba escucharlos nadie movería un solo dedo para ir a socorrerlos. Y es que nadie se atrevería a meter las manos al fuego para salvar a unas pobres almas que estaban a merced del más temido asesino de ese lugar: Killer Bunny.
Todos en ese distrito lo conocían muy bien, la solo mención de su nombre hacía temblar al más valiente, su fama de a poco empezaba a extenderse por todo Sur Corea y es que aquel chico no era alguien con quién te quisieras topar y menos tener como enemigo. A pesar de su llamativa apariencia por no decir "adorable", los habitantes de ese lugar sabían que un encuentro con aquel sujeto no era coincidencia. Si un día aparece delante de ti un joven con máscara de conejo lo mejor que puedes hacer es rezar porque tú muerte sea rápida y lo menos dolorosa posible porque una vez que te tiene la única forma que te deje ir es muerto.
Ese tipo no va por ahí matando a personas al azar, no, él busca meticulosamente a cada víctima y no cualquier persona tiene la "fortuna" de ser blanco de este asesino. Claro, la gente dice que solo mata a peces gordos, a gente que puede darle información y/o algo que necesita o simplemente estorbos que sólo interfieren con sus planes. Sea cual sea la razón, Killer Bunny es un asesino bien planificado pues tal parece que cada homicidio que comete es meticulosamente planeado, punto por punto.
—¡Por favor, detente!— Gritaba un hombre de complexión robusta que estaba atado a una silla de pies y manos, viendo como su último compañero quedaba en el suelo, un charco de sangre cubriendo su cuerpo inerte siendo las cuencas vacías de sus ojos lo más impresionante de la escena.
A unos pocos metros estaba el primer cuerpo que tenía ambas orejas cortadas siendo un corte en el cuello la causa de muerte en ambos sujetos.
Pateando a un lado uno de los cuerpos que estorbaba en su camino, aquel chico vestido completamente de negro, vaqueros, botas, una camisa con ambas mangas remangadas, un par de guantes y su muy característica máscara de conejo siendo esta última la única cosa blanca que resaltaba sobre él. Se acercaba a paso lento hacia el último tipo que sentía que su respiración se agitaba con cada paso daba el asesino.
—¡Por favor, basta! ¡No me mates por favor!— Sus ruegos eran inútiles y lo sabía, pero la pequeña pizca de esperanza que tenía le hacía creer que si seguía suplicando como miserable por su vida, quizá y solo quizá aquel chico tendría compasión y lo dejaría ir.
¡Pero que inocente!
—¿Tú sí me dirás algo útil o serás un perro bueno para nada como los otros dos?— Cuestionó apenas estuvo frente a él, su tono tranquilo contrarestaba con su imponente presencia y la pequeña cuchilla con la que jugaba entre sus manos. —Soy demasiado impaciente y ya me tomé más tiempo con ustedes del que debería así que...— En un movimiento repentino terminó por clavar la cuchilla a un costado, justo en el respaldar de la silla, de la cabeza del sujeto gordinflón haciendo que esté ahogara un grito de sorpresa y miedo. —Empieza a hablar y que sea algo interesante, ya me cansé de escuchar tonterías.
