En un mundo donde la justicia es relativa, la bondad una leyenda y la humanidad una mierda, la maldad es lo único real.
Siete chicos sin, aparentemente, nada en común terminan por coincidir. Cada uno con una motivación diferente, una historia, una m...
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Sur Corea, Busan. 12:05am
Se respiraba tranquilidad a los alrededores, poca gente transitaba en sus vehículos por las calles más concurridas o comerciales del distrito. Nada fuera de lo común solo una madrugada más en Busan.
Ah, pero que tranquilidad.
Excepto por el Dúo Gang.
Repentinamente, una explosión resonó haciendo que algunos autos activaran la alarma, haciendo que perros empezaran a ladrar y una que otra persona se espantara o maldijera a quien fuese el responsable de dicho evento repentino transformando el tranquilo ambiente en un caos total.
—¡Aaaaaaaaaaarrrrrrrriiiibaaaa! ¡Wuju!
Encima de una motocicleta negra con detalles rosados se encontraban esas dos caóticas personas quienes eran las responsables de todo el disturbio.
A una velocidad que podría considerarse ilegal, ambos jóvenes iban metiéndose entre los callejones hasta poder salir en una de las avenidas más largas para poder escapar de lo que sea o quién sea que dejaron atrás después de su desastre.
El rugido de la moto cada vez que aceleraban, las risas de ambos cómplices y el lejano sonido de sirenas de policías habían invadido la madrugada. ¿Tranquilidad, quién te conoce?
—¡Mierda, viejo! ¡Por poco y no la contábamos. Casi sentía que la explosión me rozaba el trasero!— Comentó, más bien, gritó (pues el ruido opacaria su voz) un peli-azul, que era quien iba sujetándose de la cintura de su compañero con un brazo mientras que sostenía una bolsa negra en su mano libre. Ambos iban vestidos de negro, no parecías uno ladrones como los de las series o caricaturas, más bien parecían un par de darks a la moda, pantalones de cuero, botas y unas chaquetas por igual, porque eran unos delincuentes, si, pero antes muertos que sencillos.
—¡Lo sé!— Respondió el peli-rosa sin descuidar ningún segundo su camino, la vista siempre enfrente y alerta mientras intentaba alejarse de esas malditas sirenas que cada vez se oían más cerca. Cuando entraron a un callejón y bajó un poco la velocidad, apenas y logró darle un codazo a su compañero el cual se quejó al recibir el golpe en una de sus costillas.
—¡Oye! ¡¿por qué fue eso?!— A pesar del golpe, no se soltó de la cintura ajena pues sabía que podría caerse y no estaba con ganas de tener todo su cuerpo raspado por haberse caído de la motocicleta, es decir ¡su ropa iba a arruinarse! Su preciosa y carísima ropa se iba a romper, no eso sí que no. Mejor se aguantaba los golpes de su mejor amigo, dolían pero al menos no le destrozaría la ropa.
Bien pensado, Woody.
—¡Eres un idiota! —Exclamó molesto apenas miro de reojo, a través de su espejo, una patrulla. El sonido de la sirena le reventaba los tímpanos y esos tipos les estaban pisando los talones así que volvió a acelerar metiendose por las calles que podía para perder a esos policías. —¡Te dije que no activaras la maldita bomba!
