{Desvaríos vergonzosos de una adolescente con sueño. Parte dos}

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{Holi. No soy él de nuevo. Soy otra vez la del texto mierdas de las popus que a la mañana siguiente de leer lo que había escrito odió a PAS por publicarlo a traición. Y, aunque seguramente en dos días me averguence de haber publicado esto a pesar de que no lo lea nadie, aquí estoy, escribiendo a las doce de la noche de un lunes de nuevo.}

A veces, quiero morir. No es ninguna novedad. Pero es de esa forma tan nuestra, tan propia de los "suicidas". Sinceramente, no me creo suicida. Aunque no es eso de lo que tengo a hablar.

Es esa sensación de vacío que te come el corazón, esos  cuchillos insertados cruelmente en tu pecho, sin piedad, sin aliento, esperando que sobrevivas sin corazón, sin sangre que lata por tus venas o oxígeno en tus pulmones. Es esa cosita, esa tontería que se siente como si desgarrara el último pedacito de alegría existente en el corazón que ahora es completamente negro.

Somos Alicia. Vivimos en  una caída sin fin. Es como si, después de caer por la madriguera infinita sin nada que amortigüe la caída, no encontrase el bizcochito para hacerme grande de nuevo y me ahogase en mis propias lágrimas. Esas que no significan nada en ese  momento pero podrían ser un mar luego. Así como esa cuchilla, la que todos escondemos bajo  cincuenta llaves, rasgando nuestra piel como una mera heridita. Es una heridita que deja marca para siempre, que estará ahí hasta que un día, al no aguantar mas, demos un poco más de fuerza a la cuchilla. Y esa fuerza será suficiente para acabar con nosotros, no más llantos en medio de la noche. No más cortes en nuestra muñecas y no más sonrisas faltas dedicadas a persona que odiamos.

El suicidio es extremadamente atractivo. Tan fácil, tan simple.

Pero tengo una razón para levantarme y caminar. Eres tú el que me mantienes viva. Te amo.

Lágrimas, sangre y tinta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora