Que levante la mano aquel que sea feliz.
No, no. Feliz de verdad.
Así mejor.Felicidad.
Hay realmente alguien feliz en esta ciudad? No creo. Hoy en día la gente confunde la felicidad con el hecho de no sentir nada... hoy en día ya nadie valora realmente esas pequeñas cosas que aportaron su granito de felicidad a nuestros abuelos, ya nadie sabe apreciar la belleza de la sonrisa ajena, y nos obsesionamos en conseguir la nuestra propia, encerrados en el enfermizo egoismo humano.
Nos encerramos en nosotros mismos y alimentamos nuestra "felicidad", y as sea con fármacos, con cortes, alcohol, tabaco... todo el mundo tiene su propia droga, la cual guarda y esconde del resto, con miedo de que otra persona le robe su felicidad, tan deseada en esta sociedad de engaños e hipocresía; con miedo a que otra persona se transforme en tu droga.
Por que ese es uno de los mayores temores de la especie humana, la dependencia. No hay nada que nos aterre más que depender de la verdadera felicidad de otro individuo para atar la nuestra. Nada nos da más miedo que tener que aferrarnos a una persona, necesitarla hasta la saciedad.
Nadie es feliz en esta sociedad de mierda. Miro a mi al rededor y solo veo mujeres con zapatos caros, tapando una depresión tras quilos de maquillaje y aspirinas, pero se consideran felices se engañan a si mismas, hundidas en una miseria, hundiendose más y más. Pero... cuando una persona muestra su dolor ¿Alguien la escucha? Alguien tiene el valor suficiente par as romper nuestros estúpidos roles sociales y darle el necesitado consuelo a esa muchacha, rota, vacía, con el maquillaje corrido y maracas en sus muñecas?
No.
No hay nadie.
Así que tal vez esa sea la única solución. Encerrarse en uno mismo y alimentar nuestra egoista "felicidad".
Asco de mundo.
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Ayer me escape de casa, de nuevo.
Intenté suicidarme, de nuevo.
Le he abierto a mi madre las puertas de mi infierno, my dark paradise.
Le he gritado, he soltado todas esas palabras de filo afilado sobre ella. Le he expresado mi dolor, y la he quemado con mis palabras, con su culpabilidad. Se ha hechado a llorar y me ha hecho sentir de nuevo como si yo fuera el lobo y ella caperucita; y aún así no le he mostrado todo mi dolor.
Pero aquí sigo, con mis grietas ardiendo como el infierno, escribiendo a la espera del psiquiatra.
Meh.