Intento aferrarme a mi alegría evanescente como quien intenta bucear en una piscina vacía y helada ante la ausencia de cualquier cuerpo cálido como las lagrimas que dejan surcos en las mejillas de niñas bailarinas que ya no pueden bailar.
Caigo una vez más entre las llam a s y me desvanezco mientras mi alma, lagrimas, sangre y tinta se evaporan como una carta olvidada y quemada en la chimenea que solía encender cuando tu ya no estás para darme tu calor. Pero ya da igual, ya no tengo frío, me arropo entre los imaginarios copos de nieve que salen entre mis lavios, escapandose de mi helado vacío interior.
Y dibujo lineas rectas que se cruzan formando corazones de piedra que se desmoronan ante el batir de tus alas cuando partes lejos una vez más, en busca de tierras más calidas que mis brazos deserticos y ardientes. Pero tampoco me importa, la gente se va y viene y yo no muevo mi mirada, camino recto mirando el suelo desenfocando mi mirada ante rostros desconocidos y probocando mi propio dolor, mi propio vacío, unicamente evadido por la banda sonora que inunda mi cuerpo y se cuela por cada uno de los recovecos que mis huesos, ligeros al viento, pesados a mi alma.
Pero tampoco importa, nada importa, tú no importas.
Y es comprensible teniendo en cuenta que no existes, pues envie cartas sin dirección y sin remitente, con el unico destino de la chimenea, ya apagada por las cenizas que una vez fueron fuego, por los charcos que una vez fueron lágrimas y las copas rotas que un día fueron sueños.
Pero no me importa.