Esa extraña dependencia que me invade por dentro al desear sentirme amado continuamente sin llegar a sentir nada, que se contradice como dos corrientes de agua chocando ante la imposibilidad que tengo de amar, esas ansias de notar otro cuerpo cálido, vivo a mi lado, la dependencia a necesitar continuamente unos labios sobre mi susurranme que me aman sin jamás poder responder a ellos sinceramente, a tocar, a llorar, a sentir sin poder hacerlo, ahogarme en mi propia paranoia cada vez que un desconocido me roza y me dan ganas de vomitar todo el vacio que llevo por dentro, joder pero no puedo sentir, y no importa. No importa que mis problemas se aparten, no podre valorar lo que tengo hasta deshacerme de mi mallor problema, que soy yo mismo, yo soy la soledad que me invade y la puerta que no me permite salir.
No me gusta llorar, y no suelo hacerlo, me da miedo sentir, romperme y desvodar lo que llevo por dentro, perderme entre los muros que mi propia mente ha creado para esconderme de una pesadilla que nunca he superado, romper, quebrar y destruir, suena parecido pero no lo es, y dios mio cuantas veces e mirado al cielo cuando mis pensamientos se contardicen, cuabtas veces e mirado al vacio buscando el por que de mi existencia cuando sería tan facil como dejarme llevar como hacen todos los adolescentes, ser un sumiso más ante las palbras de la sociedad.
Y con el paso de los años los inviernos sin nieve se han transformado en un verano más, y el verano es tiempo para la tristeza, para el vacío y para escribir mi estúpida prosa lírica como si esta me llevara a alguna parte, como si la rutina me transformara en uno más y el alcohol de mis lagrimas pudiera emborracharme e ignorar aquello que no puedo solucionar.
Me he puesto una alarma para despertar cuando acabe septiembre y no por ello voy a bajar de las nubes, por que soy como el cerdo que queria volar o el humano que quería ser persona, como las estrellas perdidas entre el humo o el niño que se encierra en el baño cuandl sus padres discuten, y nos creemos mejor especie cuando cual avestruz escondemos la cabeza ante la amenaza, nos tapamos los oidos a la desgracia y solo recordamos a las estrellas apagadas.