25. COMO FUEGO

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—No terminé de explicarles todo lo que sucedió aquella noche. —Cuando Plagg habló, cada presente le dedicó una mirada fija. El muchacho sacó algo de uno de sus bolsillos, y se lo mostró a los presentes.

Tikki de inmediato comprendió y abrió los ojos de par en par.

— ¡Acaso...!

—Sí. Este es el amuleto con el que Nathalie me aprisionó durante tanto tiempo. Logré quitárselo cuando el dragón despertó. —El chico hizo un gesto y suspiró profundo para continuar contando la parte de la historia de la que ni Tikki, ni Tom habían sido testigos.

***

— ¿Cómo hiciste para conseguir la sangre de la princesita? —quiso saber Plagg una vez dentro del calabozo donde el rey custodiaba al último dragón vivo de todo el reino, y tal vez de todo el mundo, donde Nathalie le dejó ver el fino tubo de cristal donde guardaba una generosa porción de fluido rojo.

—Fue más fácil que quitarle un dulce a un bebé. —La mujer se sacó los anteojos y con su habitual gesto de maldad destapó el recipiente—. Veremos quien reirá ahora, estúpida princesita. Será la sangre de tu hija la que termine de sellar la sentencia de esta asquerosa familia.

— ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

— ¿¡Eres estúpido!? ¡Sabes todo lo que he aguardado para llegar a este momento! ¡Sabes lo infernal que fue ir a tu reinucho y aprender magia! ¡Todo lo que he hecho hasta ahora, lo hice para llegar a este momento...! ¡Todo lo que hice fue...! —Entonces se quebró. La voz se le volvió un tropel y tuvo que guardarse su explicación. Plagg lo sabía, sabía cuál era su historia... pero él era diferente aunque ella quisiera hacerle creer lo contrario.

—Lo sé. Quieres vengarte. Fueron injustos contigo... pero... eso no es culpa de los miles de habitantes de este reino. Y mucho menos de Caline y la gente del reino de la Nube.

—No me importa. Todos son peones, simples fichas a las cuales mover para conseguir mis objetivos.

—Y cuando lo hagas, cuando despiertes esa bestia y acabes con todos, ¿qué harás entonces?

Ella guardó silencio. Una sonrisita maligna afloró entre la turbación de su expresión y lanzó una risotada perversa. Para Plagg no había una cosa tan terrible como la oscuridad y era a la única cosa a la que le temía, pero por alguna razón, cuando aquella mujer sonreía, Plagg sentía un escalofrío recorrerle todo el cuerpo.

Ella se inclinó sobre el refugio del dragón azul y cuando estuvo a punto de dejarle caer el sorbo de la sangre a la que ella misma había maldecido, Plagg aprovechó y tiró del amuleto que Nathalie llevaba y que usaba siempre para controlarlo, despojándola de él para poder recuperar su libertad. En un abrir y cerrar de ojos, ya no estaba allí. Por desgracia, Plagg no estuvo presente para ver como el animal casi se resistía a ella, pero con sus artes lograba dominarlo, montarlo y luego empezar a ejecutar su plan de destrucción.

Para cuando llegó al refugio no estaba Tom, ni la princesa recién nacida y mucho menos Sabine. Allí solo halló a la pobre princesa Kagami que dormía con placidez en la parte del castillo que aún quedaba en pie, ajena a todo lo que había sucedido y a lo que le depararía la vida a partir de entonces. Plagg la miró con pena y no pudo hacer otra cosa que cargarla y llevársela lejos de allí.

***

— ¿Te la llevaste?

—Sí. No podía dejar a esa niña en ese lugar. Nathalie quería que los soldados le llevaran a las princesas por alguna razón, y no me iba a aquedar a averiguarla.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora