5. Sol y Luna.

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Mientras tanto, en el reino del Sol, un caballero rojo rondaba la ciudad y se acercaba demasiado al palacio. Su versión menos metálica y más sentimental estuvo ansiosa todo el día, esperando a que llegara la noche para patrullar la ciudad. Al mismo tiempo, su compañero, el caballero negro se acercaba y le decía haciendo una reverencia:

—El castillo está bien resguardado, mi lord. —Marien lo miró, su voz aunque amortiguada le sonaba de algo. De antemano sabía que el otro caballero prefería guardar su identidad como un secreto al igual que ella, así que no trató de indagar a quién le recordaba esa voz amortiguada por el yelmo oscuro y aclaró:
—Sólo pasaba a vigilar un poco. La noche del baile se reportaron algunos robos por esta área.

Chat Noir asintió y juntos, hicieron su habitual escaneo por la ciudad que estaba demasiado tranquila esa noche, pues estaba a punto de nevar y la gente del pueblo se reunía en sus hogares a contar historias de esas épocas en torno a las chimeneas mientras tomaban tazas de jengibre caliente. Marinette no estaba con la familia Cesaire esa noche alegando que se sentía muy cansada y se iría a dormir temprano, aunque Alya descubrió la verdad y se cruzó de brazos, visiblemente molesta. Lo último que vio Marinette antes de volver a ser Marien fue la mirada acusadora y al mismo tiempo defensora de su gran mejor amiga.


—Al parecer no hay mucho que hacer hoy. —señaló el caballero negro.
—Si. Ha sido suficiente por esta noche. Ya es hora de marcharnos. Con suerte el resto de los soldados se quede a hacer las guardias.

Chat Noir asintió, y luego de hacer una formalísima reverencia a su admirado caballero rojo como despedida, se marchó, aunque en realidad Marien no pretendía volver a su casa tan pronto. Había otra cosa que quería hacer.

El caballero negro entró con sigilo por los establos del castillo y se quitó el traje oscuro para guardarlo en la caja que guardaba bajo el heno del que comía muy a gusto su corcel: un bellísimo caballo blanco como la nieve que estaba a punto de caer, tan alto como cualquier jamelgo de guerra e igual de fuerte, le pasó una mano por la crin al animal escondiendo la armadura una vez más bajo el heno, más tarde le pediría a Plagg que se la llevara para no levantar sospechas. Antes de salir de los establos abrevó al animal y se dirigió a sus habitaciones, sonriendo pues esa noche había logrado lo que ya llevaba varios días deseando conseguir: en el papel de Chat Noir, había logrado ubicar el periódico donde trabajaba Marinette y en ese preciso momento su cabeza trabajaba en algún plan que le permitiera escaparse para poder verla una vez más.
—No puedo ir con la armadura —se dijo, riéndose—. Seguro me atacaría.

En eso, un soldado se acercó a él haciendo una reverencia.
—Mi príncipe no debería estar afuera a estas horas. —le dijo.
—Ya iba de camino a mis aposentos.
—Yo lo escoltaré, príncipe, venga por aquí.

Adrien estaba tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta de a donde lo llevaba el soldado, que en lugar de conducirlo al interior, lo encaminó a la puerta trasera por donde había entrado antes.
—Oye, mi habitación no es por aquí.
—No va a su habitación, príncipe. —el soldado se levantó la pechera y Adrien vio debajo una Luna de plata en lugar de un Sol de oro.

«Demonios. —Se dijo él, mirando en todas direcciones—. ¡Cómo no pude darme cuenta! »

Rápido, pensó en como quitarle la espada, pero un grupo de soldados de armadura azul lo rodeó, salían de todas partes. De los guardias del castillo no había ningún rastro, Adrien pensó que los intrusos se habían deshecho de ellos.

Adrien se volvió al soldado que lo había escoltado y le dijo:
— ¿Que le hicieron a mis hombres?
—Tranquilo, no les dolió. —El soldado del reino de la Luna le dedicó al príncipe del Sol una sonrisa maliciosa y escupió a sus pies con desdén—. La mayoría estaban ebrios como cubas.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora