32. Engaños y promesas.

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La vida del castillo no era para ella.

Cuando Kagami lo descubrió, ya era demasiado tarde. Se había hecho demasiadas ilusiones al escuchar todas las historias de las demás doncellas y caballeros de la hacienda Rossi que sí habían visitado el lugar, pero la verdad era otra cosa... Kagami no soportaba estar haciendo nada, no podía creer lo aburrida que era la vida de un príncipe.

Así que aquel día por la mañana salió a hacer lo que solía hacer en su anterior residencia, de todos modos, no duraría demasiado en aquel castillo.

Se duchó y se puso uno de los vestidos de lana que había llevado en su escaso equipaje y se dirigió al jardín. Sacó su espada de debajo de los sacos y la alzó al cielo para que recibiera la bendición del primer rayo de sol, con lo que por fin estaría preparada para ser usada.

Danzó con el arma, blandiéndola hacia ningún enemigo y teniendo cuidado de no cercenar ninguna flor en el acto. Lo curioso fue que al terminar, escuchó algunas palmadas viniendo desee un rincón del jardín.

—Vaya... eso fue genial. —Era Adrien quien le sonreía con mucha alegría—. Había notado que tus movimientos eran muy fluidos, pero jamás se me pasó por la cabeza que se debía a que sabes luchar con la espada.

— ¿Qué haces aquí?

—Iba a verte a la habitación, pero te vi salir sigilosamente y decidí que sería más divertido seguirte.

Ella hizo un gesto, refunfuñando, aunque los juegos del príncipe le parecían un poco divertidos. Sin embargo, vio que él también llevaba una espada enganchada a su cinto.

—Y usted, príncipe, ¿acaso sabe blandir eso?

— ¿Te apetecería probar?

— ¿Por qué no? —se encogió ella de brazos, a lo que Adrien, sin darle ninguna ventaja, desenvainó y la atacó.

Por suerte, Kagami estaba en guardia y se defendió con bastante maestría, aunque había que reconocer que como jamás había luchado con alguien más le faltaba un poco de práctica. De todos modos, Adrien reconoció su potencial y aunque trató de no atacar demasiado enserio al principio, luego tuvo que replanteárselo.

—Aprendes muy rápido. —Le dijo, mientras esquivaba una estocada que iba directo a su flanco derecho—. Has copiado dos ataques y once movimientos.

—Y puedo copiar más. Los suficientes como para quitarte de la cara esa estúpida sonrisa. —Él dejó salir una carcajada, pero tuvo que saltar una valla para esquivarla.

— ¡Cómo digas!

Kagami volvió a lanzar un bufido, y arreció el ataque, lanzándole varias estocadas a la vez.

— ¿Qué no ibas a demostrarme tu habilidad con la espada? ¡Deja de jugar!

— ¿Jugar? ¡Pero si voy en serio!

Ahora fue el turno de la muchacha de reírse, y no dudó en arrojar un planazo que dio de lleno en el brazo del príncipe, aunque solo causó un ruido sordo al chocar contra el avambrazo de su armadura.

Adrien echó hacia atrás, pero no se quedó contrito, devolvió el ataque, se defendió y volvió a contraatacar. Ninguno de los dos escatimó nada a la hora de embestir a su adversario, y se sumergieron de tal manera en la batalla que ni se percataron de cuándo habían logrado cruzar el jardín y llegar hasta el patio, donde los soldados que pasaban hicieron un circulo entorno a ellos.

— ¡Es el príncipe! —Dijeron algunos de los espectadores—. Está luchando a la par contra una doncella.

Al final, era de esperarse de quien fuera la victoria.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora