17. Un doloroso despertar.

74 11 3
                                    

Marinette abrió los ojos, pero tuvo que volver a cerrarlos de inmediato. El dolor fue casi tan intenso como el rayo de luz que se colaba por la ventana y golpeaba directamente su rostro.

Escuchó un murmullo que se calló de inmediato cuando ella se removió, inquieta. Intentó incorporarse, pero unas manos suaves la tomaron por los hombros y la devolvieron al camastro.

—No te levantes. —Marinette reconoció la voz de Alya. Cuando por fin pudo abrir los ojos, vio el rostro moreno de su amiga fruncido en un gesto de preocupación y los ojos rojos de tanto llorar.

— ¿Está bien, mi señor? —Tikki estaba allí, del otro lado de la pequeña habitación. Marinette reconoció el inconfundible mármol blanco del que estaba construido el palacio del Sol, pero tenía la memoria borrosa y no sabía bien donde estaba ni como había llegado allí. De pronto, al ver a Tikki, parte de lo que había sucedido cayó como un bloque de piedra a su memoria y se levantó con demasiada brusquedad, tanta que un dolor punzante le tiró desde el hombro, recorriendo todo su brazo hasta la punta de sus dedos. Un gemido de dolor involuntario abandonó sus labios y esta vez fue Tikki quien se acercó y le dio de beber vino de bayas de fuego, que de inmediato le adormeció el cuerpo.

—No te muevas, por favor. —Le pidió Alya.

— ¿Dónde están? ¿Dónde está Adrien y...?

—El príncipe está bien. —le dijo el doctor Damocles. Era un hombre regordete y excéntrico, pero también era el mejor doctor de la capital. Le pidió a Alya y a Tikki que se hicieran a un lado para poder revisar la herida que se había abierto por el movimiento brusco de la muchacha —. Tú por el contrario, estás herida. Una flecha te rozó la clavícula y estuvo a punto de atravesarte el omoplato, gracias al cielo no rompió nada, pero si te sigues moviendo vas a romper la sutura y me verás obligado a volver a sedarte.

—No quiero... necesito ver a los príncipes...

— ¿Los príncipes? —Alya miró raro a Marinette. Pero Tikki tomó la mano de su señor y le aclaró:

—El príncipe Luka está de vuelta en su castillo. Todo estará bien.

—Estaba herido...

—Solo fue un pequeño corte en su pantorrilla, él estará bien. —Marinette volvió a asentir, sentía la garganta rasposa y su cuerpo temblaba ligeramente por la fiebre.

—Yo me preocuparía más por ti, niña. —murmuró el doctor. Marinette dejó caer la mirada sobre él mientras le cambiaba el vendaje y luego Alya le ayudaba a tomar agua. Una vez hidratada, carraspeó para aclararse la garganta e hizo la pregunta que había estado tratando de decir desde que abrió los ojos.

— ¿Qué pasó?

—Mari... —Alya agarró la mano de su amiga—. Todos saben que eras tú. El caballero de la armadura roja.

De no ser porque estaba recostada en la camilla, se habría caído al suelo.

— ¿Qué?

—Lo siento mi señor... No pude evitar que lo hicieran... estaba herido, yo...

Marinette negó, dándole a entender que no era su culpa.

—Pero eso no es lo peor. —En ese momento, la cara de todos los presentes se puso tan seria que Marinette casi escuchó el golpe que dio su corazón —. Mari... estás siendo juzgada... justo en este momento.

***

Por otra parte, en el salón del trono del castillo del Sol, eran Marlena y Otis quienes presenciaban el juicio cuando Marinette irrumpió en el lugar. Todos los ojos volaron hacia ella de inmediato y se hizo un silencio tan potente que el sonido de sus pies descalzos al tambalearse hacia el estrado era lo único que se escuchaba. Todos parecían contener la respiración.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora