Los Reinos Celestiales (Miraculous)

6. Una fuerte doncella.

— ¿No te parece extraño, Mari? Considerando que el Rey casi nunca deja que el príncipe tenga apariciones públicas... ¿Qué hacía Adrien fuera tan tarde?

—No lo sé... tal vez quiso salir a dar un paseo o algo.

—Hm... —caviló Alya—. No estoy segura.

Entonces, se prendió una chispa en su mente y exclamó:

— ¡Un momento! ¿Decías que te acababas de despedir de tu compañero ese tal...?

—Chat Noir.

—Eso, eso... ¿No te da mala espina? Chat Noir se va, Adrien aparece de pronto... ¿no será...?

— ¿Crees que Adrien y Chat Noir sean la misma persona? —comprendió Marinette mirándola con los ojos azules bien abiertos.

Las dos se quedaron en silencio, dándole vueltas.

—No lo creo, Chat...

—Solo aparece de noche, igual que Marien. Eso significa que en los días está haciendo otras cosas.

—Todos tenemos vidas con las que lidiar, Alya.

—Por supuesto, pero no me sorprendería que él, un príncipe que suele estar encerrado en su castillo aproveche la inspiración de un caballero anónimo para vagar libre por la ciudad. Tal vez por eso estaba en la armería a esas horas.

Marinette hizo un rictus, muy preocupada.

—Es decir... que por mi culpa...

—No es tu culpa, Mari. A mí me parece muy valiente, y eso que sabes que estoy muy en desacuerdo con esa locura heroica tuya, pero es algo lindo que aunque no sepa que eres tú, se sienta inspirado por ti, ¿no crees?

—Eso si de verdad es él.

—Bueno, lo descubrirás esta noche. Como están tan preocupados por él en el castillo, no podrá hacer lo que sea que hacía para escabullirse, así que Chat Noir no aparecerá esta noche.

—No lo sé, Alya... —La morena se encogió de hombros y sacó la libreta que siempre tenía debajo de su almohada—. ¿Quieres que apostemos?

—No. —Alya dejó salir una carcajada, sabía que Marinette nunca le ganaba una apuesta y tenía registrada todas las veces que la había vencido—. En fin. Te tomaré la palabra por ahora, pero está en duda, ¿vale? Aún no tenemos pruebas de que el príncipe sea Chat Noir.

—Sí, sí, como digas. Ahora solo quiero dormir, hasta mañana, Mari.

—Hasta mañana, Alya.

***

—Eres un idiota. —Adrien asintió, se lo merecía—. Un príncipe estúpido, un...

—Ya, ya entendí a la primera, Plagg. —el muchacho se encogió de hombros, lanzándole su mejor mirada burlona.

—Yo solo quería dejarlo bien claro.

—Aun así... ¿qué crees que haya pasado para que los soldados de la Luna me quieran?

— ¿No querían hacerte trufa?

—No. Tuvieron la oportunidad de matarme mil veces, pero no iban en serio. A parte, escuché cuando el líder dijo que no les servía muerto.

Plagg, siempre relajado, se metió a la boca un cubo de queso curado y lo masticó antes de decir encogiendo los hombros como si su príncipe no hubo estado en peligro de muerte hace apenas unos minutos:

—Tal vez quieran esclavizarte.

—La esclavitud se abolió hace muchos años.

—En el reino de la Estrella la hubo hasta el final.