31. Un nuevo rey

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Luka estaba bastante nervioso, aunque trató de ocultarlo. Aun así, Juleka se dio cuenta. Ella había ayudado a Rose a confeccionar el traje que su hermano usaría esa noche y estaba presente junto a su madre en la prueba final aunque Rosita había trabajado en él diligentemente y la verdad había muy poco que ajustar.

Al final de la prueba. Juleka acompañó a su hermano a la forja mientras su madre se encargaba de los preparativos para el banquete y otras disposiciones que necesitaban ser resueltas antes de que se avistara la luna.

— ¿Estás bien, hermano? —dijo Juleka. Luka le sonrió, pues desde que se hiciera amiga de Rose, la princesa estaba esforzándose muchísimo por desarrollar sus habilidades de comunicación y ya no había que hacer tantos esfuerzos por escucharla al hablar.

—Sí. Aunque estoy bastante nervioso.

— ¿De verdad tú estás bien con esto?

—Lo estoy. Ya lo hablamos, Jul.

—Pero...

—Todo estará bien, hermanita. Hay alguien a quien quiero proteger con todo lo que tengo, y para eso necesito hacerme como todo el poder que pueda, Ella me ha dado fuerzas para tomar la decisión y aceptar por fin mi destino.

— ¿Aunque esto los aleje aún más? —Luka le dedicó una mirada triste con sus ojos azules. Ella sabía que su hermano estaba enamorado de Marinette, y ella había tenido la oportunidad de conocerla y hacerse su amiga. Durante las últimas semanas que llevaba en el castillo, varias veces se habían reunido casi de casualidad y habían improvisado tardes enteras de chicas, donde Juleka había compartido más con Rose, con Mylene la esposa de Iván, al igual que con Tikki, y Marinette.

Hasta entonces, había sido demasiado difícil para la princesa de la Luna socializar con otras chicas, pero con esas cuatro no era tan complicado. Solían tomar té, cepillarse el cabello y hablar de cosas tontas como chicos guapos o vestidos bonitos. Se sentía bien y al mismo tiempo, aunque era nuevo para Juleka, ella sabía que había una diferencia enorme a socializar con doncellas y damas de alcurnia, pues aunque en los grupos femeninos de esta última clase se solían tratar prácticamente los mismos temas, había cierto aire de artificiosidad que jamás simpatizó con la princesa.

Sin embargo, Juleka supo que a pesar de todo, no era el linaje de Marinette ni todo aquel problema que giraba en torno a su fallecida nobleza lo que mantenía triste a su hermano, sino algo mucho más profundo: Marinette no le correspondía.

Juleka se planteó las mil y una razones por las cuales a cualquier doncella se le ocurriría no corresponderle a Luka, pero no encontraba motivo aparente.

En fin, ella no podía juzgar a Marinette y mucho menos luchando ella misma una feroz batalla interna contra lo que había conocido entonces como amor y lo que recién empezaba a sentir hacía poco tiempo.

Cuando llegaron a la forja, el herrero corrió a ofrecerle asiento al príncipe.

— ¡Alteza! Si nos disculpa, siempre hace demasiado calor aquí, espero no le moleste.

—Para nada, sir. Esta labor tan sublime y pesada merece mucho más reconocimiento teniendo en cuenta estas condiciones.

—Oh, mi príncipe. La herrería del castillo es el cielo comparada a las hordas y hordas de herrerías de los pueblos donde el calor de las fraguas es capaz hasta de hervir vivo a un niño en el vientre de su madre. Pero no se alarme, el acero es fuerte, y hace a los hombres que lo trabajan más fuertes aún. Sin embargo, el oro...

Cuando depositó la corona, aún tibia, sobre la cabeza de Luka, todos los presentes lo miraron con cierto tono de reverencia y asombro, como quien observa una noche de hermoso plenilunio. El herrero asintió y cuando Luka le devolvió el gesto, los zafiros incrustados en forma de lunas diminutas alrededor del aro dorado refractaron la luz del metal derretido y del fuego de las calderas, iluminando todo el lugar. El hombre se deleitó un momento en su creación y cuando volvió a hablar, carraspeó con vehemencia:

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora